Cofradías y hermandades
La situación económica de las cofradías
solía ser muy precaria. El grueso de sus ingresos procedía de donaciones –casi
siempre testamentarias- de los fieles. Otros procedían de la misma hermandad
que invertía bienes propios, a cambio de una renta a perpetuidad. Era
relativamente frecuente que en los testamentos se legasen las propiedades a los
herederos, pero eso sí, situando sobre ellas una o más cargas a favor de alguna
imagen o cofradía de su devoción. De los archivos parroquiales de Mendavia se
obtiene esta tabla ilustrativa:
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Benditas
Ánimas del purgatorio
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Ntra. Sra. del
Pilar
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Ntra. Sra. de
Nieva de Mendavia
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Ntra. Sra. del
Rosario
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Ntra. Sra. de
Beraza
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San Sebastián
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Vera Cruz
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Cathalina de
Ulzurrun, 1601
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12 libras de
aceite
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una carga de
trigo
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1 ducado
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2 ducados
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Francisco de
Larrea, 1601
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½ ducado
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½ ducado
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½ ducado
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½ ducado
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José Sádaba,
1792
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un robo
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Manuel Ruiz,
1795
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20 ovejas
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Francisca
Sarrate
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2 robos de
trigo
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En diferentes audiencias y libros de
testamentos de Mendavia se refleja la existencia de cofradías, más tarde desaparecidas,
como la de Nuestra Señora del Rosario o la de San Sebastián, de las cuales no quedan
reglas ni estatutos. En el siglo XVII existen estas dos cofradías. El Obispo
don Pedro Roche ordena en 1672 que la primicia y las cofradías del Rosario y
San Sebastián entreguen los libros de cuentas. Los Altares de Nuestra Señora
del Rosario y de San Sebastián, quedarán bajo el cuidado de la Cofradía de la
Vera Cruz, según se verá.
La Vera Cruz
En Tierra Estella se desarrollaron con
fuerza las cofradías de La Vera Cruz. Al frente de ellas estaba un abad o prior
seglar. En ocasiones había además otro abad eclesiástico, el vicario, que participa
en la cofradía celebrando las funciones religiosas, asesorando las decisiones y
haciendo a la vez de secretario en las juntas.
Se hacía elección de dos mayordomos. Junto
con el abad dirigían las juntas y participaban en la toma de decisiones. Eran
los encargados de la administración de los bienes y gastos de la cofradía, para
lo cual estaban obligados a llevar al día los libros de cuentas. Dos cursores pregonaban
a todos los cofrades lo que el Abad y mayordomos dispusieran, y llamaban a reuniones
mediante el toque de campanilla. Los diputados, entre dos y diez, participaban con
el vicario, el abad y los mayordomos en la toma de decisiones en los asuntos
que necesitaran de una especial deliberación. Entre otros cargos menores cabe
destacar al pendonero, encargado de llevar los estandartes de la hermandad en
las procesiones y por último, otra persona era nombraba para que portara el
Árbol de la Cruz, la cruz de la cofradía, en los entierros.
Como se ve a continuación, estos fueron
los criterios generales con los que se organizó en Mendavia esta cofradía. El 12 de enero de 1709 se fundó en
Mendavia con objeto de atender a los enfermos y enterrar a los difuntos. Los
cofrades velaban a los enfermos, y si no tenían con qué alimentarse, pedían
limosna para ellos. Por la asistencia de los cofrades en los entierros se
cobrará la cera y 8 reales de limosna.
En 1773 se redactan las constituciones,
tomando como santo protector a San Francisco de Asís: Se admitirán hombres y
mujeres, pero éstas no intervendrán en las juntas. Se juntarán el día de la
invención de la Santa Cruz el 3 de mayo. Los aspirantes se presentarán ese día,
y se nombrarán los cargos para el año. Con el abad, dos hermanos seglares y dos
sacerdotes nombrarán dos mayordomos que harán lo necesario para la conservación
de la cofradía. También se juntaban la tarde de Jueves Santo durante los
Maitines. En las juntas habrá cuatro hermanos seglares y dos sacerdotes además del
Abad. Se nombrarán dos Mayordomos y un Cursor, para que, con los anteriores, hagan
lo necesario para la conservación de la Cofradía. El primer Mayordomo tendrá la
llave de la cera. El segundo Mayordomo cuidará que la lámpara de la capilla de
los pasos esté encendida todos los días de fiesta y todas las noches de sermón
en la cuaresma. Los cursores se encargarán de avisar a las juntas y de que sacar
la cajeta de la Ánimas los días de fiesta y en los entierros. Asistirán a todas
las misas de la Cofradía, entierros y procesiones. Los cofrades tendrán
obligación de asistir a vísperas y misas en algunas fiestas
religiosas del año, en particular en la Santa Cruz del 3 de mayo y en la
Exaltación de la Cruz, el 13 de septiembre. En la Procesión de Jueves Santo los
hermanos irán vestidos de blanco.
Se describe con todo detalle su papel en
los entierros: Asistirán a los entierros 23 hermanos con velas desde la casa
del difunto. Los Diputados y Mayordomos al oír las campanas irán a la Iglesia,
para que junto con los señores del Cabildo y el Santísimo Cristo de la
Cofradía, acompañado de dos hachas, partan a buscar el cadáver. Los otros estén
en la puerta al tiempo de tomar el cuerpo y luego que lleguen a la Iglesia
entregarán las velas a los cursores para que las acomoden, 6 en el Altar Mayor,
2 en el de Nuestra Señora del Rosario, 2 en el de San Sebastián, 2 en el
Santísimo Cristo de la Cofradía y las hachas, a los lados del difunto.
Habrá dos libros foliados, uno para las
Constituciones y nombres de cofrades, y estará en poder del primer Mayordomo.
El segundo en poder del señor Abad. Las cuentas se darán el día 15 de
septiembre en casa del señor Abad.
Se nombrará una Camarera de las Santas
Imágenes, cuidará de su limpieza, del Altar y los manteles. La imagen del Santo
Cristo estará limpísima, igual que las túnicas, remendadas con el mayor aseo
que sea posible. Angela Chavarría fue una de las Camareras.
Para poder financiarse, además de las
cuotas de los hermanos, se hacía una subasta para tener derecho a llevar los pasos
en la procesión de Jueves Santo. En 1801 el Ecce Homo se lo queda Santiago
Juvera por 3 reales y medio. 13 reales pedían por bajar el Santo Cristo de la
Vera Cruz al entierro y la cera que ardía durante el entierro. Los nuevos
Hermanos darán 2 reales de entrada. Cuando se necesitaba dinero para algún
enfermo, se pedía limosna por las puertas.
Hermandad del Cabildo Eclesiástico
En 1750 el cabildo eclesiástico pasa a
un nuevo libro las reglas y constituciones de su hermandad, recoge
obligaciones, derechos y ayudas entre ellos. Se advierte que es obligatorio
prestar juramento a cualquier nuevo beneficiado antes de ser admitido, conforme
a la costumbre inmemorial. El reglamento ordena la presencia en los oficios,
nombramiento de mayordomos, orden en procesiones, asientos en el coro y
sacristía, misas cantadas y rezadas, incluso el aseo personal y vestidos
decentes, había multas para los infractores de hasta 4 ducados.
Los nuevos beneficiados tenían
obligación de presentarse el día de San Martín y el que no se presentase ese
día sería tenido por ausente todo el año. Por San Martín (11 de noviembre) el
mayordomo tenía obligación de preparar comida para todos los beneficiados, a
costa del cabildo. Ese día se daban las cuentas. El 1 de agosto repartían los
corderos y el trigo de añales. El cabido tenía tierras agregadas a los
beneficios. Se vendieron por orden real en marzo de 1807: se midieron y
resultaron ser 483,5 robadas.
Cofradía de San Isidro y San Antonio Abad
El año 1787 se fundó una cofradía que
agrupó a labradores y ganaderos, secularmente enfrentados por los roturos de
tierras, por parte de los agricultores, y por los intereses en los pastos y
cortes de leña, que los mesteros usaban para hacer rediles donde “acubillar” el
ganado. Se escoge el patronato de San Isidro Labrador y San Antonio Abad,
"para que el Señor perdone nuestras culpas, para muchos beneficios
espirituales y temporales y para mayor gloria de los Santos".
Las reglas eran parecidas a las de la
Vera Cruz (asistencia a los entierros, celebración especial de misa mensual
rezada, visita frecuente a los hermanos enfermos…). Especificaban que sólo
habría 100 hermanos, labradores y ganaderos, sin mezcla de otro oficio bajo, y
si en éste se mezclare quien ya está admitido, se ordene sea expulsado. Esta
regla de expulsión se abolió en julio de 1830.
El día de San Miguel, 11 de septiembre,
se reunían para las cuentas el capellán, mayordomos y los doce junteros
perpetuos, que a la hora de la misa pasaban lista para ver si estaban todos.
Los cargos pasaban de padres a hijos o en su defecto a yernos. Las mujeres,
hijos, nietos y yernos de cofrade pagaban 4 reales de entrada, la mitad de la
cuota, y debían tener 21 años. Si había que sustituir a un cargo difunto, podía
entrar un hijo que tuviera 18 años.
El año de su constitución, para recabar
fondos compraron un toro a Lorenzo Lacalle que costó 190 reales, el toro lo
rifaron y sacaron 357 reales y 9 maravedíes. Pagaron 153 reales a Manuel
Urbiola por la tela del pendón, 12 reales para el forro y la costurera y 2
reales por el viaje para traer la tela.
En 1791 venden dos novillos a 24 ducados
y con disposición de dinero encargaron un retablo para San Isidro a Ramón
Villodas. Con el producto de las limosnas pedidas por las casas en trigo y
cebada consiguieron dinero para hacer un santo "de bulto" que
encargaron a Anselmo Salanova, escultor de Logroño, que les cobró 600 reales.
Otro modo de recabar fondos era salir
los cofrades a pedir. En 1826, no obstante, los cofrades se negaron a hacerlo.
Aunque al año siguiente recogieron 6 robos de trigo y 2 de cebada, además de 5
sueldos en dinero.
El día de San Isidro, la cofradía
repartía entre 12 y 20 cántaros de vino. Desde la víspera, salían los
dulzaineros o gaiteros y se repartía varias cántaras de vino de la mejor calidad;
no podían faltar fuegos (cohetes) en abundancia. El día 15 de mayo, misa
solemne, procesión, gaita y fuegos. En años difíciles se suprimieron los
gaiteros, pero los fuegos y el vino nunca faltaron en mayor o menor cantidad.
San Antón se celebraba con hogueras en
las principales calles del pueblo.
La arqueta de las Ánimas del Purgatorio
La devoción de las Animas era sin duda
muy antigua ya que desde las primeras anotaciones de las cuentas del
Ayuntamiento (1690) se repite durante siglos la partida de 6 robos de trigo
pagados al pregonero público por el encargo que tiene en convocar de noche a
las ánimas (Propios, 1690).
En torno al siglo XVIII se usa convocar
(1699), echar (1701, 1721) y publicar (1740-1810) las ánimas. Los nuncios
pregoneros públicos ejercitan este encargo tañendo las campanas por la noche
para que los devotos las encomienden a Dios. Estos pregoneros reciben un pago
en trigo por parte del ayuntamiento. Sin existir aún cofradía, desde 1736 hay
constancia de subastas de toros o novillos, que los mesteros donaban para
financiar las limosnas de las misas de las ánimas. Los labradores que llevaban
el grano a moler depositaban sus limosnas en harina, en un arca para las ánimas
que la parroquia tenía en el molino (Audiencias, 1763).
Sin embargo, la cofradía se fundó el año
1801, un siglo después de la de Vera Cruz. Sus constituciones se hicieron el 30
de mayo de 1803 bajo la protección de la Asunción de Nuestra Señora. El pleno
lo celebraban el 13 de noviembre con el oficio de ánimas. Debían recibir la
comunión y ofrecerla por las ánimas, rezar una parte del rosario y ofrecer
ayunos. El 6 de noviembre se hacían los nombramientos y el 20 de enero se daban
las cuentas. Las oraciones, misas y ayunos por los difuntos y la ayuda a
hermanos enfermos era la principal tarea de esta cofradía. La cofradía se ocupaba
de que la Cajeta de las Ánimas saliera los días de fiesta, en el entierro de
los hermanos, y el día de San Gregorio, en que se recogía el diezmo de los
corderos.
Se conservan con detalle las cuentas de
la cofradía de varios años entre 1803 y 1850. La cofradía tienen como propios
algunos animales. Los ingresos provienen de la cuota de los hermanos, de
cerdos, corderos o terneras donados, que luego
rifan o venden, en vivo o como carne y pieles. El día de San Gregorio (9
de mayo) los mesteros pagaban los diezmos de los corderos a la iglesia, y
entregaban algún cordero a la cofradía. En el mes de agosto los cursores pasan
por las puertas pidiendo limosna del trigo de la cosecha del año. Desde 1829 la
cofradía disponía asimismo de una romana que alquilaban a los vecinos para
pesar sus frutos.
Los gastos de la cofradía eran en
pendones, varas para los cursores, cera, custodia de las vacas o novillos de la
cofradía, o atención a los hermanos enfermos. En 1848 hace un pendón nuevo con
16 varas de damasco de seda negro a 15 reales y pagan al maestro sastre Pedro
García 16 reales por las hechuras, compostura de borlas y cordones pagados en
Logroño, hacen un total de 258 reales. En 1850 pagan 320 reales por un cuadro
que, con anuencia de la junta, se mandó hacer al abad Isidro Elvira; pagan
además 100 reales por el lienzo del cuadro, pintura y marco. El pintor fue
Prudencio Echeverría.
En 1861 determinan bajar la cuota de
ingreso a una peseta en vez de dos, por haber pocos hermanos. Nombran dos
cursores que se han ofrecido a serlo mientras Dios les conserve la vida, por no
poder cumplir el ermitaño de Legarda. En esta fecha están 118 hermanos.
En 1865 se incrementó el número de
hermanos, pues había 224 hermanos. En 1888 la cofradía decae, suprimen hermanos
por falta de pago, y en 1900 la cofradía contaba tan solo con 30 personas y 102
pesetas.
Aún después de desaparecida la cofradía,
quedó la costumbre en muchos entierros de bajar a buscar el cadáver a las casas
con el Cristo de la Enagüillas (llevaba un especie de falda de terciopelo con pasamanería).
Algunos niños de la familia o vecinos llevaban velas a los dos lados del ataúd desde
la casa del finado a la iglesia, y desde la iglesia hasta el convento, donde se
despedía el duelo.
Con la desamortización Mardoz (1855) se declararon
en venta las posesiones de cofradías, capellanías y obras pías, entre otras…
Las ventas se realizaron hasta finales de siglo. Estos procesos afectaron tanto
al Hospital de Mendavia, según se vio, como a la Cofradía de las Ánimas. La
Hermandad del Cabildo ya había vendido sus tierras en 1807.
Las asociaciones religiosas fueron
mutándose y surgieron otras con distinto funcionamiento. En 1858 se colocó en
la iglesia el altar de la Cofradía de Ntra. Sra. del Amor Hermoso, donado por
María Jiménez, entre el cancel de la puerta de la calle San Juan y el altar de
San Francisco Javier, donde estuvo colocado antes el altar de San Antón.
La cofradía de San Isidro se mantuvo, aunque
modificándose sustancialmente su modo de organización. Nacieron otras
asociaciones religiosas particulares como Terciarias Carmelitas, Acción
Católica o Adoración Nocturna que no tuvieron la importancia que durante
décadas ostentaron la Vera Cruz, las Ánimas o San Isidro.
Los entierros
Los difuntos se enterraban en el
interior de la iglesia, más cerca del altar mayor cuanto más relevancia social
tenía. Las sepulturas se pagaban según su posición dentro del templo. En la
última década del siglo XVI se sabe que debajo del coro se paga 1 ducado; de
los púlpitos hacia arriba, 2 ducados; en la capilla de San Sebastián, 2
ducados.
Pobres y desconocidos se entierran de
limosna. Los pobres de solemnidad, forasteros difuntos o ahogados en el Ebro o
sus afluentes, cuya identidad se desconocía, eran enterrados en el cementerio
que se encontraba a las puertas de la iglesia. Varias mujeres dejan en el
testamento vestidos, sábanas, manteles y otros útiles de cocina. Con ellos se
pagan los sufragios por sus almas. Otras dejan casas y viñas.
Al estar el cementerio en una calle
estrecha se presentan situaciones embarazosas. Un carro descompone la puerta
del cementerio (1739). Esto lleva a prohibir que entren carros o ganados, que
hagan labores allí, o que echen escombros u otros residuos (1753-59).
Algunos muertos se entierran en Legarda:
“El día del Señor San Marcos murió Pierriquis, pastor de Ymas, mandóse enterrar
en Ntra. Sra. de Legarda” (1596).
Para los entierros, las vestiduras de los
difuntos son especiales cuando se trata de beneficiados o cofrades. Los
hermanos de las cofradías generalmente eran amortajados con las túnicas procesionales.
Los sacerdotes eran enterrados revestidos como para celebrar misa. Otras
personas eran vestidas con sus mejores ropas, y por las audiencias sabemos que
otros, generalmente de familias acomodadas, eran amortajados con hábitos de
alguna orden religiosa. En 1597 enterraron a don Joan Pérez, Beneficiado, y le
pusieron vestiduras sacerdotales. A los tres años, en su memoria, se mandó
hacer una casulla de damasco blanco y un cáliz de 10 ducados.