viernes, 4 de marzo de 2016

OTROS ASPECTOS ECONÓMICOS DE MENDAVIA (SIGLO XVIII) (3)

La oveja rasa

La oveja predominante en Mendavia no es la oveja merina, sino la oveja rasa. Debe su nombre a la característica mecha de lana corta de su vellón, en comparación con la longitud de las Churras y Latxas. Su origen hay que buscarlo en el Ovis Aries Ligeriensis, tipo ovino primitivo originado en Europa Central, que se extendió hacia la Cuenca del Loira, los Alpes franceses y suizos, etc. Descendieron atravesando los Pirineos, acompañando a las penetraciones pirenaicas de indoeuropeos del siglo I a.e.c. y se distribuyeron por la Cuenca del Ebro, surgiendo diversos ecotipos. Sus cualidades más destacables son la elevada rusticidad, el instinto gregario, el buen instinto maternal, la capacidad lechera suficiente, la capacidad de pastoreo y la adaptación al medio difícil en que se explota.
Esta oveja se adapta a un clima continental con pluviometría escasa, próxima a los 400 mm, y mal distribuida, con heladas desde octubre a abril, tierras de muy variada orografía (valles, mesetas, somontanos, sierras y montañas), en cuyos secanos predomina el cereal y a cuyos regadíos sólo acude la oveja en otoño-invierno. Pastos xerofíticos, de tipo mediterráneo, monte bajo de carrascas, llanuras y mesetas con tomillo, romero, esparto y aliagas, terminan de componer el medio duro y difícil en donde se explota la raza rasa. Este es el ambiente propio de Mendavia, con su secano árido y el regadío fértil del valle del Ebro.
La oveja rasa proporciona actualmente un vellón de lana entrefina, de color blanco y mechas cuadradas, de aproximadamente 1,8 a 3 kg por oveja. Se entiende por el vellón la lana sin incluir la de las patas, barriga y cabeza.
Los pastores hilaban lana y en ocasiones, el dueño del rebaño reclamaba la lana de algún cordero que había encontrado esquilado, a lo que el pastor respondía que lo había esquilado para su uso. Las mujeres hilaban lana y confeccionaban prendas con ella.
Las pieles o colambres de los animales se vendía a colambreros que venían de Estella. En 1795 se vendieron los pellejos a Ypolito Erce, vecino de Estella. Algunas de estas ventas se presentan en la tabla que sigue. Se hacía distinción entre los tipos de pellejos de acuerdo a su tamaño y calidad. Por lo general era más caro el pellejo de carnero que el de oveja.


Animal
Número de pellejos
Reales por cada pellejo
Reales totales obtenidos
Ovejas
354
1,5
471
Carneros
81
3
243
Carneros
20
2
40
Carneros
34
1
34

Reproducción del ganado

Para la reproducción de vacas, el Ayuntamiento compraba toros para "padres de las vacas" en las ganaderías del entorno. En la tabla que sigue se presentan los gastos en reales de plata por la adquisición y traslado de los animales.

Año
Lugar
Número
Costo de animales
Gastos de traslado
Costo total por unidad
1710
Alfaro
2
528
24
276
1770
Calahorra
1
330
105
435
1773
Villafranca
2
660
62
361
1785
Arguedas
2
(827)

413,5
1788
Ausejo
2
(733)

366,5
1804
Irache
1
587
127
714

Se compran otros toros en Tudela (1792 y 1796) y Autol (1799). La información de una de estas operaciones de compra ofrece cierta precisión de gastos para sacar conclusiones sobre las diversas monedas utilizadas y la distribución de gastos:
435 reales gastados en la compra de un toro para padre de las vacas, a D. Miguel Miranda y Miranda, de Calahorra, en esta forma: 60 ducados de vellón por el toro y 48 reales de vellón por los derechos de aduana, 32 reales de vellón por la conducción del toro a ésta villa, 28 reales comunes, moneda de éste Reino a D. Valentín Ordóñez por tres días que se ocupó en agenciar dicho toro y 18 reales a Francisco Martínez por cuidar nueve días la vaquería concejil, los mismos que Felipe González, pastor de la Vaquería, se ocupó en acompañar a buscar el toro y asistir a su conducción desde Alfaro a ésta villa. (Propios 1770).

Analizando estos datos, reduciendo todas las monedas a “reales de este Reino”, se establece que: 1 ducado equivale a 11 reales; 1 real de vellón es ½ real de plata (“de este Reino”). Así, los gastos quedan en: 330 reales (toro) + 24 reales (aduana) + 16 reales (conducción) + 28 reales (negociador) + 36 reales (2 pastores) = 434 reales. Queda un real de diferencia. ¿Sería para el depositario? Se observa el pago de Aduana desde Calahorra, que no se hace desde otros pueblos como Villafranca o Alfaro. Y el uso del real de vellón para comerciar con Castilla, mientras que el pago a los navarros se hace en reales de plata. Aunque el precio por animal está cercano a los 400 reales durante las dos décadas, 1870-1889, es significativa la diferencia con el costo en 1710 y 1804. Se aprecia la evolución en este gráfico:



Para cubrir las yeguas y burras se preparaban paradas particulares a las que acudían los dueños, que debían pagar por el servicio en trigo y cebada. Por informaciones de audiencias (1733-1792) se sabe que el costo de cubrir una yegua es de dos reales de a ocho (= 16 reales); tres robos de cereal (unos 15 reales); o 22 reales. Por cubrir una pollina se cobra un robo de trigo. Hay variaciones depende de la calidad del padre y de si sale preñada o no.

Aprovechamiento de los animales

En el aprovechamiento de los rebaños, la carne, la lana, la leche, el queso y las pieles era lo más importante, aunque también se vendían las entrañas de los corderos y los menudos. La leche se usa para consumo propio, se vende a los vecinos, y se destina a la elaboración de quesos y requesones. La leche de las cabras tenían un mayor poder alimenticio y se reservaba a menudo para uso de los enfermos. La fábrica de quesos era común en casa de los ganaderos; desde tiempos antiguos en las beredas o trabajos que los vecinos hacían en beneficio del pueblo se daba casi como único pago pan, vino y queso. Las familias propietarias de rebaños encargan a otras familias que les elaboren requesones cada día. Las señoras Dorotea García y Ana Morcate, propietarias, encargan hacerlos a los matrimonios Martín Martínez y Juana María Martínez, y Bonifacio Martínez y María Vidaurreta (Audiencias 1745).
Los cerdos habitualmente se criaban en las casas ya que si salían causaban numerosos perjuicios en los huertos, únicamente en la Casa Granja de Imas, perteneciente al monasterio de Irache, tenían un lechonero, pastor que llevaba la piara de cerdos a su cuidado.
La caza de los sotos formaba parte de las arrendaciones que el Ayuntamiento sacaba cada año a remate de candela, y su importancia hacía que en los años de abundancia hubiera varios porcionistas del arriendo. Se cuidaba mucho que ningún vecino que no fuera porcionista cazase, y eran perseguidos y castigados a los que se sorprendía cazando con lazos o "codando" (cazando en los cados o madrigueras) en los sotos y en los montes.
En las casas había, y hasta hace unas décadas en casi todas, gallinas que surtían de huevos y carne en ocasiones especiales a toda la familia, así como conejos, que junto con los cerdos se alimentaban de los sobrantes de fruta, patatas, alubias, etc. Desde el obispado y monasterio de Irache quisieron poner un diezmo sobre cerdos y pollos: 6 reales pagados a Miguel Galindo, Procurador de la audiencia Episcopal de éste Obispado, por serlo de la villa, porque el Obispo y el Abad de Irache intentan poner a sus vecinos y concejo un pleito sobre los diezmos de pollos y ganado de cerda. (Propios 1703).
Aun así, en Mendavia el consumo de carne de cordero o carnero era muy importante así como el de pescado, generalmente abadejo seco que previamente remojado se vendía en la tienda de pescamercería.
Las pieles de los animales servían de testigo de que no habían sido vendidas por el pastor cuando alguna oveja moría o tenían que matarla por algún motivo. Las presentaban cuando volvían de los pastos o de la montaña y se recontaba el rebaño. En ocasiones el dueño del rebaño no estaba conforme. Juan Josef Osinaga citó a Cosme Polo, su criado y vecino de Calahorra y le pide 9 pesos (72 reales) por tres reses (ovejas) que supone mató de su mano vendiendo la carne y solo le ha entregado los pellejos (Audiencias 1798). El precio del pellejo de un toro se mantiene durante el siglo XVIII entre 34 y 36 reales (1720, 1784). De ciertas informaciones en audiencias pueden deducirse algunos precios más para productos de vacas y toros.


Carne
Pellejo
Pago adicional, por ser muerto de toro
Toro - 1720
90
34

Vaca - 1759


66
Toro - 1784
156
36

Novillo - 1800
230
36
64

El consumo de carne de vaca no era habitual, pero no se desperdiciaba ni tan siquiera cuando algún animal era viejo, moría de accidente o atacado por lobos.

Fiemos

Los fiemos (“ciemos”) producidos por los animales eran primordiales para abono  de los campos. Durante muchos años, se sacó a remate de candela el aprovechamiento de los fiemos de los corrales del concejo y del que dejaban las caballerías en los caminos. En ocasiones, los rebaños se llevaban a diferentes piezas para que durante su estancia dejaran el fiemo que habían de fertilizar las tierras. Joseph Navarro de Azedo fue arrendador de los fiemos de los corrales de los Sotos en 1726.
En las afueras del pueblo se reservan algunos lugares para que los particulares dejasen el fiemo de sus corrales hasta tanto llegara la época de la preparación de la tierra para la siembra. Es lo que llamaban “cemorales”. El ayuntameinto intervino con frecuencia para delimitar su uso y sancionar los excesos o las faltas contra lo convenido.

Botigas

Además de las tiendas arrendadas por el ayuntamiento, había vecinos que tenían sus establecimientos particulares para la venta ultramarinos y géneros diversos, entre ellos: ropa, paño para capa, estopa, lino, chocolate, azafrán, canela, arroz, bizcochos, velas… A estas tiendas se les llamaba botigas. De las botigas de Estella, Viana, Logroño y Los Arcos se traían mercancías que no había en el pueblo. Varias de estas botigas denuncian a vecinos del pueblo por no haber pagado lo que deben. Algunos de los denunciados son los mismos arrendadores de las tiendas de fruta seca.

Tejería y beredas


Existieron varias tejerías en Mendavia. La tejería del ayuntamiento proveía de tejas y ladrillos a todo el pueblo. Desde 1699 existía la Era de la Tejería, que se arrienda en esa fecha, y que con toda probabilidad hace referencia a una tejería cercana. En 1707 se inundó todo el Arrabal y las aguas destruyeron el horno de la tejería situada en esta zona. Se rehizo al tiempo, pues de nuevo hay constancia de una tejería derruida en 1744. Ese año se ocuparon 150 peones durante 25 días en arreglarla, hacer tapia y componer los hornos, que habían dejado de fabricar teja y ladrillo. Al año siguiente hubieron de componer de nuevo el horno porque se dañó en la primera hornada después de nuevo. Una vez arreglado se pudo utilizar con provecho en la producción de ladrillos y tejas para reconstrucción del hospital, en el arreglo de puentes, en la reparación de la herrería, de la escuela, y de los distintos templos del pueblo. En 1746 se conducen desde la tejería 6.400 ladrillos y 1.700 tejas para el nuevo hospital. En 1750 se reconstruye la casa de la herrería de la villa. Para reconstruirla se utilizan 1.800 ladrillos. En alguna ocasión los ladrillos y tejas se quemaron por exceso de exposición al fuego.