sábado, 6 de agosto de 2016

OBRAS EN LA IGLESIA DE MENDAVIA (SIGLO XVIII)

Enlosado, órgano, capillas y sacristía (1745-1759)

Además de la monumental obra del Nuevo Regadío se acometieron en estos años varios arreglos en la iglesia del pueblo. Existía un pleito tramitado ante el obispado de Pamplona, con apelación ante el tribunal de Burgos, por el que se solicitaba hacer una nueva iglesia. Sin embargo, en julio de 1745, dadas las necesidades del momento y las limitación económica, se juntaron los dos cabildos de Mendavia, eclesiástico y civil, y decidieron desistir de este proyecto y plantearse como alternativa la remodelación de la iglesia. En marzo de 1746 ambos cabildos, presididos por  don José Solano y Velasco, vicario, y Juan Blas de Urquizu, alcalde, toman la decisión de quitar los ladrillos y encajonar el suelo, como tarea primera. Encajonar el suelo supone profundizar los cimientos unos dos metros y asentar los cruceros y las losas de cantera, con buena mezcla de cal y arena.

Especializaciones en el ámbito de la construcción (Mendavia, siglo XVIII)

Maestro Tracista: fray Galve (arquitecto)
Maestro Cantero: Domingo Ibar (ingeniero especialista en piedra)
Maestro de Obra (ingeniero, en general)
Maestro Albañil (albañil: obras en cal y arena, ladrillo, etc…)

Se piensa colocar losas nuevas en el presbiterio, con tres gradas, arreglar también los espacios dedicados al Cristo, a San Antonio, a Nuestra Señora del Rosario,  San Francisco Javier y San Sebastián; arreglar las sepulturas del lado del evangelio y las que están debajo del coro; arreglar los umbrales y escaleras de las puertas; hacer dos pilas de agua bendita a modo de concha; rehacer en piedra los espacios de la capilla y la pila bautismal; hacer una sepultura en el altar de las ánimas…
En abril se realiza el auto de candela. Presiden colegiadamente don José Solano, Vicario y don Antonio Lodosa, Teniente de alcalde. Se remiten carteles, según costumbre, a las ciudades de Viana y Logroño, y otros pueblos. Miguel de Arizmendi lo pregona en Mendavia,  a son de caja tañida. Juan de Bildosola, ofrece hacer la obra por 7.500 ducados. Jerónimo Solano, vecino de Sesma, maestro albañil, por 5.500. En mayo, tras la vientena establecida, José de Iloro, cantero de la villa de Marquina, entro ocho pujadores, se queda con la obra ofreciendo hacerla por 410 pesos (x8 = 3280 reales). En noviembre el maestro Iloro saca los escombros de la iglesia al corral de las campanas. Los huesos  de las sepulturas, que iban incluidos, ocasionaron problemas de salubridad, por lo que posteriormente los trasladaron a un barranco alejado del pueblo. El 10 de mayo de 1747 se terminó el encajonado y el maestro Juan de Bildosola lo reconoció conforme.
Durante las obras de encajonado, en marzo de 1746, se llama al organero Josef de Mañeru para que reconozca el órgano y diga lo que le falta y se ponga en candela dicha obra. En abril, Lucas de Tarazona, vecino de la villa de Lerín, hace un reconocimiento del órgano, dice en detalle lo que está en mal estado y le parece que apenas se salva algo de la ruina. Los fuelles, las teclas, los tubos, etc., todo necesita reparación. Hace un presupuesto de 280 ducados para componerlo. Visto esto deciden encargar su arreglo a Josef de Mañeru y Lucas Tarazona, vecinos de Lerín, en 270 ducados, y deberá estar en funcionamiento para septiembre, sin cambiar el secreto, que está bien conservado (el secreto designa a una caja que recibe el aire del fuelle y lo distribuye por los tubos, a voluntad del intérprete, según seleccione los registros y pulse las diferentes teclas… que pueden ser accionadas mediante sus manos o sus pies). Se atrasa la entrega pues Lucas Tarazona solicita posponerla hasta que se concluya la obra de encajonado, que puede afectar al órgano. En marzo de 1747 el órgano está listo. Se llama para el reconocimiento a Felipe de Urarte, maestro organero de Viana, pero no acude. En mayo se llama a Felipe Braña, otro organero de Viana, quien declara que las obras están hechas a la perfección. Para pintar la caja del órgano sugiere esperar a concluir las obras en la iglesia.

Joseph Mañeru Ximénez

Organero navarro nacido en Lerín en 1672. A sus 21 años era considerado como "maestro muy perito y de mucha experiencia en el dicho arte de organero" por las obras ya realizadas en la Colegial de Tudela, en Estella, Puente la Reina, Villafranca y Mendavia. Entre 1692 y 1697 amplía, arregla o hace los órganos de Falces, Milagro, Puente la Reina, Sangüesa y el de Santa Clara de Estella. Desde 1701 a 1738 revisa o construye los de la colegiata de Roncesvalles, Larraga, la Asunción de Urroz y San Lorenzo de Pamplona, San Esteban de Vera de Bidasoa, la Asunción de Miranda de Arga,  Santa María de Tafalla, San Miguel de Cárcar,  Santa María de Lerín, Santa Eufemia de Villafranca. Se considera su última obra, en 1745 el órgano de Santa Clara de Estella, sustituyendo al anterior. También en Mendavia en 1947 participó junto al organero de Lerín Lucas Tarazona en la renovación del anterior. De todos ellos solamente se conservan, muy deteriorados, los de Cárcar, Miranda de Arga, Lerín y Santa María de Tafalla. (José Antonio Arana Martija, http://www.euskomedia.org)


En febrero de 1747, adicionalmente, los dos cabildos habían resuelto hacer dos capillas. Piden a Iloro que haga presupuesto, poniéndose de acuerdo con fray Pascual Galve para hacer las trazas. Finalmente se decide hacer sólo la capilla del Santo Cristo y agrandar la sacristía. Las condiciones incluyen los suelos y paredes de piedra. La piedra ha de ser labrada y no salinosa, rematando los huecos de ladrillo, los tejados a tres vertientes,  el maderamen de pino. El blanqueado corre por cuenta del maestro, mientras que asentar los marcos en puertas y ventanas, asentar las tejas y las vidrieras corre de cuenta de la iglesia. Para la capilla, se harán dos ventanas con vidrieras, dos altares de mampostería forrados con yeso, una tarima de piedra y espacio para catorce sepulturas. En mayo se realiza el auto de candela para las obras. Presiden colegiadamente don José Solano, Vicario y don Blas de Urquizu. Se adjudican las obras al maestro Bildosola. Al cumplirse el veinteno,  se obliga a ejecutar las dichas obras en 1.500 pesos. Parece ser que hubo inconvenientes, pues fue el 7 de agosto cuando tomaron postura José García, José de Iloro, Domingo Ibar, Santiago Alonso y Manuel Ayala, maestros canteros y se la quedó Domingo Ibar por 1.296 pesos, con el compromiso de finalizarla antes de diciembre de 1748.
Al no realizarse en el tiempo establecido, Domingo Ibar, tomó fiadores de Mues (su pueblo de residencia) y Arróniz.  Logran acuerdos y en marzo de 1749 comienza Domingo Ibar a derribar la capilla del Santo Cristo (tejados y paredes). Para ampliar la sacristía se necesita comprar los corrales de Francisco y Antonio Lodosa (anterior alcalde), que no se ha hecho. Todo se retrasa. En julio llaman a fray Pascual Galve, para que revise las obras, y aprueba lo hecho hasta la fecha. En agosto, Ibar es apresado en la cárcel de Mendavia a denuncia de varios acreedores que lo quieren llevar preso a las cárceles reales. Ante esta novedad, su hermano Lorenzo Ibar se compromete a terminar las obras en las mismas condiciones de su hermano.
Un gasto adicional se hará por el traslado de la piedra. Los maestros Lorenzo Ibar y Santiago Eleta piden en septiembre que la lleven hasta la iglesia y no hasta el portillo.
Ramón Ordóñez y compañía, llevan 151 carretadas. Sebastián de Morentin, vecino de Lodosa, se compromete a conducir 38 carretadas desde Sesma y 70 desde la pedrera de Mendavia. Matías Ángel Hernández y Bernabela Rodríguez, 51 carretadas. Antonio Morcate, 52 carretadas. Con otros más, suman 423 carretadas de piedra. Trabajan en la obra los maestros albañiles Gerónimo Solano y Pedro de Fuentes, vecinos de Sesma, y se comprometen a poner todo el ladrillo, madera, tabla, teja, yeso y demás materiales, excepto el agua.
A primero de noviembre de 1749 los cabildos toman la resolución de tomar quinientos ducados de los censos que tienen a favor de la iglesia para pagar los gastos adicionales que van surgiendo. Hay protestas en el pueblo por el costo de la obra. Domingo Ibar ya está libre y se ha hecho cargo del final de la obra. En noviembre de este año se concluye. Llaman a fray Pascual Galve y Gerónimo Solano para reconocerla. Declaran que los constructores deben de recibir más dinero por las mejoras, entre otras, catorce sepulturas y al asiento y fijamiento de las vidrieras. En diciembre los constructores amenazan con llevar a juicio al cabildo. En abril de 1951 varios poseedores de antiguas sepulturas también amenazan con juicios por sus pretendidos derechos sobre las nuevas sepulturas. Las cosas de la iglesia no terminaron tan bien.
En 1754, el nuevo vicario Miguel Ignacio de Echalecu pide hacer archivo eclesiástico de la obra de Domingo Ibar. Se queja de las ventanas de la sacristía, y se resuelve abrir una más hacia la parte del cementerio. En esta ocasión no pudo venir fray Pascual Galve a hacer las trazas por lo que se llamó a Martín de Bazca, maestro cantero que estaba trabajando en la granja de Imas. Dio presupuesto para el archivo y ventana, y se expuso el costo total de la obra de capilla y sacristía: 24.722 reales (se incluyen armado de cajones, retablo, ornamentos, órgano, etc… que no estaban contemplados en el pago al cantero Domigo Ibar).
En 1759 proyectan construir otra capilla más. A pesar de ciertos inconvenientes, pues la calle es estrecha, habría que demoler parte de la casa del vicario, y los recursos económicos no son muchos, sin embargo, la obra se sacó a candela. Domingo Ibar se comprometió a terminarla para el año siguiente en 1.134 pesos. Domingo no la culminó y se la pasó a su hermano Lorenzo, pero el 13 de diciembre renunció a la obra por hallarse preso en la cárcel de la villa. Se hizo cargo Antonio García, vecino de Lodosa, que fue quien la culminó.

Algunos arreglos más en la iglesia (1760-1775)

En 1760 nombran a Martín Maduro y Antonio Suso por parte del cabildo, y Antonio Barinaga y Francisco de Aguirre, maestros canteros de la ciudad de Tafalla, por parte de Domingo Ibar, para el reconocimiento de las obras que se van a entregar, capilla, casa vicarial, casa de la primicia, bodega, lago y granero. Domingo Ibar debe de ejecutar una sepultura, debe escombrar todo lo que denominan cementerio, la iglesia y la calle, dejándola igualada. En 1764 se arreglan las cancelas de la puerta sur de la iglesia.

Antonio de Barinaga

El maestro cantero Antonio de Barinaga, vizcaíno, en la segunda mitad del siglo XVIII realiza la construcción de una nueva torre en la iglesia de San Miguel de Larraga, ajustándose a la tipología de campanario riojano-alavés.
En 1752 realizó el enladrillado de la iglesia Santa María de Los Arcos. Se firmó escritura el 29 de febrero de 1752 de acuerdo con el condicionado dispuesto por fray Pascual Galbe o Galbiz, monje de Iranzu pero con residencia en la aneja granja de La Monjía, en terrenos lindantes de Torres y Elbusto. La primera parte, en el atrio, quedó concluida para diciembre. Tras un pleito entablado por el excesivo costo, se  concluyó el enladrillado del claustro para navidades de 1755. Participa en la ampliación de la iglesia de Mendavia con una capilla, entre los años 1771 a 1775.

En 1771 el maestro cantero Antonio Barinaga hace las trazas para ampliar la iglesia con  una capilla hacia el sur y otra hacia el norte. Miguel López de Porras, escultor y vecino de la villa de Torres, se queda con la obra en 24.509 reales. Hará 15 sepulturas en cada capilla, las vidrieras con sus tres rejas quedarán a beneficio de la fábrica de la iglesia y especifican medidas, gruesos, bóvedas etc. Será Antonio Barinaga quien en 1775 comunique al cabildo la culminación de las obras. Sebastián de Ondicola reconoce la obra y señala las mejoras con arreglo a las trazas, y que falta por lucir con cal y concluir el pórtico.

Miguel López Porras

Escultor avecindado en Torres y más tarde en Viana, en 1785 concluye tres retablos neoclásicos para la Capilla de San Juan del Ramo de Viana,  según las trazas de Francisco Sabando, logroñés, aprobadas por la Real Academia de San Fernando de Madrid.

Construcción de la torre (1781-1785)


Una obra representativa de Mendavia será su esbelta torre, que sirvió de modelo para otras de la región. En 1768 se discute el proyecto. Por una parte, se dice que no hay dinero; por otra, se insiste en su necesidad pues la torre que hoy tienen, está expuesta a derrumbe y las campanas a caerse. Deben esperar hasta 1780 cuando se llama a Santos Ángel Ochandátegui, maestro arquitecto, para que presente trazas y condiciones para la fábrica de la nueva torre. En 1781 ajusta el precio en 84.866 reales. Él traerá bueyes y otras caballerías, tendrá goce de hierbas, se le dejara paso franco a las canteras, así como hacer yeso, cal, o cualquier otra especie que necesite. Será obligación del maestro quitar las campanas del paraje donde están y subirlas al que deberán estar, cubriendo el sitio con un tejado. En 1785, tras cuatro años de construcción, se culminó la torre y quedaron saldadas las cuentas con el maestro. Así quedó rehabilitado su renombre después de su participación más discutible en las obras del regadío de El Arenal. Quedaron pendientes las campanas, el reloj y los adornos en la iglesia. En 1790 se recomponen las losas de algunas sepulturas, se adquieren vestuarios y otros bienes litúrgicos.