viernes, 6 de febrero de 2015

SOCIEDAD Y ECONOMÍA EN LOS SIGLOS X-XI


La economía de estos tiempos está basada en la agricultura y ganadería. El rey, los nobles y el clero reciben pechas y tributos de los labradores. Éstos, a su vez, explotan a los collazos, jornaleros casi esclavos, que realizan el trabajo fuerte de cultivo de la tierra.
Con Sancho el Mayor se crean pequeños burgos, con franquicias y exenciones de impuestos. Es el caso de Estella (1090). Son burgos comerciales que pronto chocan con los hidalgos de las tierras.
Serán años de mayor presencia de los burgos francos, de mayor influjo monástico y de promulgación de la cruzada. No obstante, la conquista no llevó al exterminio de la población morisca, que vivió en los pueblos navarros hasta principios del siglo XVI.
En Mendavia el comercio es muy escaso. La producción es tan solo para el autoabastecimiento. Las vías de comunicación son muy malas. Una alternativa es el río. Algún intercambio se hace de pieles, metales y tejidos.
La estructural social es piramidal:
·         El rey (junto a los barones)
·         La iglesia y la nobleza (junto a los burgueses francos)
·         Labradores pecheros
·         Collazos
·         Judíos y moros excluidos
El rey comparte los poderes con los barones o rico-hombres, grandes terratenientes unidos por necesidad de defensa frente a otras potencias militares. La iglesia comparte gobierno a través de los obispos de Pamplona y Nájera, y de los abades de los monasterios. Por la influencia y privilegios que tiene, es en Navarra el grupo con más poder económico.
El otros grupo de hombres libres son los hidalgos y los francos. Los hidalgos, que nacen con todos sus derechos, y los francos, nuevos pobladores de los burgos dedicados al comercio, que en el siglo XI son privilegiados y termina en las luchas entre francos e hidalgos. En el siglo XIII se organizan las Cortes Generales con representación de rico-hombres, Iglesia y buenas villas. Mendavia no lo era.
Entre  la población no libre estaban los labradores pecheros, que eran agricultores, vecinos usufructuarios de ciertos bienes comunales (parcelas, leña, piedras, esparto, hierbas, agua…). Estos bienes eran de todos y se repetaban. Hasta 1400 no se podían roturar, por ejemplo. Para gozar de estos bienes los labradores debían reconocer a un señor sobre esas tierras al que le debían entregar pechas en trigo o cebada, que luego sería en dinero, además de comida cuando visitaba la villa.
Más abajo en la escala social estaban los collazos, que eran campesinos, siervos o peones, propiedad del señor de las tierras. No son considerados vecinos ni aparecen en las relaciones de fuegos (familias u hogares) de los pueblos.
Los moros y judíos constituyen grupos marginados, con poca presencia que se haya podido documentar nominalmente en Mendavia. No obstante, en el caso de los musulmanes, su presencia como gobierno durante dos siglos, y su cercanía durante seis siglos más, dejaron huellas profundas en la organización agrícola, en la religión y en el lenguaje, entre otras dimensiones culturales.
La conquista de la Ribera estellesa, la creación de burgos francos, el desarrollo del comercio, algunos años de paz, y las peregrinaciones a Santiago de Compostela, impulsaron algún crecimiento económico en la zona, pero sería por poco tiempo. Y en Mendavia, apenas imperceptible.
Desde el último tercio del siglo XI queda atestiguada la presencia de pobladores judíos en la zona de Estella bajo la protección real. La participación de la minoría judía en la configuración de los burgos de francos fue decisiva. En Tudela hubo presencia judía desde el siglo X. En Estella desde el siglo XI. Al poco de iniciarse la segunda mitad del siglo XIII, el número de moradores que integraban la judería de Estella podría rondar los 150. Entre el siglo XIII y el XIV, familias como los Leví, Ezquerra y los Calahorra, entre otros, hicieron del mercado de Estella un activo centro de contratación de créditos. También en la cercana Viana está documentada la presencia de pobladores judíos.

De villas romanas a villa de Mendavia

El poblamiento de Mendavia fue evolucionando. El Calvario se sabe que estuvo poblado en la Edad del Hierro y fue, con toda probabilidad, lo que queda en los documentos con el nombre de Menda la Vieja. Legarda era un pequeño caserío con iglesia, independiente de Mendavia. Villamezquina es probable que estuviera situada en la llamada Cuesta de Lodosa, en cuyo terreno se excavaron algunas tumbas medievales. Respecto a estos diversos poblamientos medievales, en la Hilera se retaron los caballeros de Mendavia, Legarda y Villamezquina por un asunto de límites. Don Sancho el Sabio hubo de mediar para resolver el conflicto. Adicionalmente a estos primitivos núcleos poblacionales, el monasterio de Irache poseía la heredad de Imas, con tierras y colonos.

Villamezquina y mezquinos

García Sánchez I da a la iglesia de San Martín de Berberana las primicias de Legarda y Villamezquina (Cart. San Millán, 45).
El significado árabe de mezquino (miskîn, carente de bienes, pobre, indigente, humillado), puede dar una idea del sentido que se le daba a la palabra. La primera referencia registrada no califica a personas concretas, sino a una colectividad, la del actual despoblado de Villamezquina, en 947.
Para referirse a los pobres trabajadores de la tierra, al uso de voces como homines, se añaden más tarde casati, mezquinos, rústicos, etc., y finalmente surgen los términos de collazo, pechero o laborator. Mezquino se utiliza con mayor frecuencia en la Cuenca de Lumbier, mientras que rústicos o casatus en la zona suroccidental, coincidiendo con el dominio de los monasterios de Leire e Irache, respectivamente.

Monasteriolos, decanías e iglesias propias (siglo XI)

Con el fin de estructurar eclesiásticamente el extenso territorio adquirido por Sancho Garcés I, el obispo Galindo de Pamplona, a modo de metropolitano, creó hacia 922 los obispados de Calahorra, Tobía, Sasau y Deyo, con los obispos Sisuldo, Teoderico, Ferriolo y Feliza. Mendavia siguió perteneciendo a Pamplona. Junto a ello, este rey Sancho y sus sucesores dieron impulso  a las órdenes monásticas.
El primer monasterio mencionado en relación con Mendavia es el de San Martín Barbarana, en 947. Es parte de los 78 monasterios agregados y subordinados al de San Millán de Cogolla. La subordinación de pequeños monasterios a los mayores implicaba la implantación de la regla de San Benito, y sucedía cuando así lo decretaban los monarcas. Algunos documentos de incorporación fueron falsificados para justificar la pertenencia a San Millán de aquellos monasterios o iglesias cuyo documento de incorporación se había perdido, y con ello tener algunas ventajas frente a los reyes. En particular, los documentos de vinculación del monasterio de Mendavia con el de San Millán está en discusión. Los referidos documentos de San Millán aportan la siguiente información:
23-V-946: El monarca García Sánchez junto con la reina doña Teresa otorgan a San Millán de la Cogolla tres villas, dos de ellas a orillas del río Cantabria, llamadas Barbarana y Barbaraniella, sitas en Mendavia.
947: En la villa de Barbarana se alzaba un monasterio bajo la advocación de San Martín; a este monasterio otorga el rey García Sánchez las primicias de Legarda y de Villamezquina en el arciprestazgo de Nájera.
Sin embargo, no es tanto en el siglo X sino en el XI cuando los monasterios navarros se expanden. Se pasa de ocho monasterios anteriores al año mil a setenta y cinco documentados en el siglo XI, aunque se debe precisar la terminología anexa a ellos: monasterio, monasteriolo, decanía, iglesia propia… Las primeras noticias documentadas sobre el monasterio de Irache datan de 958. Se cree que pudo ser fundado por Sancho Garcés I en 908 después de que conquistara el castillo de Monjardín, antes castillo de San Esteban, aunque no está claramente establecido. En la segunda década del siglo X, fruto de la expansión territorial realizada por el rey Sancho Garcés I, adquiere relevancia adquiriendo grandes posesiones mediante donaciones y compras de otros monasterios. El esplendor llega con San Veremundo como abad. De este siglo y el siguiente provinieron sus propiedades en la Granja de Imas, Mende la Vieja y Legarda. Una de las leyendas que se vinculan a Irache es la de su abad San Veremundo (1056-1098) el cual solía llevar a escondidas alimentos a los peregrinos del Camino de Santiago que paraban en el hospital monacal en contra de las disposiciones de la congregación. Escondía las viandas bajo los hábitos. Cuando los hermanos le interrogaban por lo que llevaba y le obligaban a enseñarlo, los alimentos se convertían en flores o leña.
En el siglo XI fueron donados a Irache 12 monasterios por el Rey y 13 por particulares. 36 a Leire, 7 a la catedral. Sólo con Sancho Garcés se le donaron a Irache 21 monasterios. Cada uno de estos monasterios disponía de una iglesia, una vivienda, un grupo de hombres que hacían profesión de vivir bajo una regla religiosa y unas tierras o heredades de cultivo que les permitían subsistir.
Respecto a la terminología usada en el siglo XI para los monasterios pequeños, se distingue entre monasteriolos y decanías. Su organización tampoco dista demasiado de las iglesias propias. Conviene aclarar las diferencias.  La documentación navarra registra un total de diecisiete monasteriolos, siete de la abadía de Leire y diez de Irache. No aclaran las fuentes el significado del diminutivo monasteriolo, que podría referirse a habitación de eremita. Una idea de como era un monasteriolo la proporciona el de San Pedro de Aberin, propiedad de Irache: explica el abad Veremundo que en 1072, siendo lugar desierto y abandonado, lo concedió para poblarlo a Sancho de Aberin durante la vida de éste; en 1105 el abad Arnaldo de Irache autorizó la erección de la cofradía de San Pedro de Aberin, a la que cedió la iglesia, una casa y una viña. Esto da idea de cómo pudieron haber surgido la ermita de Legarda o el monasterio de San Martín, en cercanías de Mendavia, en forma de monasteriolos. La primitiva iglesia de Legarda fue construida en el siglo XI. Su proceso hasta ser propiedad de Irache no es del todo claro. Fue donada por Sancho el Sabio de Navarra a la de Santo Domingo de la Calzada. Posteriormente se refundía a Ochanduri. En el documento de donación del año 1067 aparece mencionada como Illa Gardia. Finalmente pasó a Irache. En el Reinado de Pedro I es mencionada una donación de iglesia propia de Legarda, en 1095, realizada por el particular Oria Aznarez, al monasterio de Leire. Como en Navarra existen varias topónimos semejantes: Legarda, Legardeta o Illa Gardia, la transmisión documental no se ha hecho con la debida claridad, lo cual oscurece la investigación para este siglo XI.
Las decanías eran pequeñas explotaciones agrarias, cultivadas en provecho del señor, por labradores en estado de servidumbre o semilibertad. Con iglesia o no, estaban formadas, por lo menos, de un palacio o una casa y la heredad de campos, viñas y huertos. El ejemplo más ilustrativo acerca de la decanía de dominio eclesiástico la proporciona la riojana de Briñas, villa con iglesia, que Sancho Fortuñones había adquirido del rey García Sánchez III en la ribera del Ebro y que donó en 1047 a la abadía de Leire. Similar a ésta habría sido la donación  a Irache de la decanía de Imas.
Se conoce comúnmente como iglesia propia la edificada y dotada por un señor en tierras de su propiedad, como una dependencia más en su dominio, con derecho a disponer libremente de la misma, a participar de su rendimiento económico -rentas de dotación y oblaciones de los fieles- y a elegir el personal eclesiástico pertinente. Podía ser de realengo o de señorío, según se desprende de las fuentes de Irache y Leire. En no pocos casos disponía de iglesias anexas o sufragáneas, pastoralmente atendidas por la comunidad de clérigos de aquella. La diferencia formal entre monasterio y parroquia era escasa. La clerecía parroquial se componía de un sacerdote ad misas celebrandas y un grupo de clérigos a los que correspondía cantar alias horas diurnales et nocturnales; percibían los diezmos y oblaciones de la parroquia, que en ocasiones dividían con el señor, el obispo o los abades de monasterios de los que dependían. La parroquia de San Andrés de Mendavia, parece depender del monasterio de Irache, al menos durante el siglo XVI, a juzgar por los pleitos sobre su reparación. En las fuentes posteriores de los archivos parroquiales de Mendavia, en relación con la organización eclesiástica, junto al prior de la Granja de Imas y Legarda, y el vicario parroquial, aparecen los presbíteros beneficiados, que tienen la obligación de cantar en el coro parroquial. Todos reciben su parte de beneficios en grano y otros privilegios.

Los cultivos para el autoabastecimiento

Los monjes de Irache desarrollaron en sus monasterios y pequeñas propiedades (monasteriolos) el cultivo de cereales y viñas, las redes viales básicas y los canales para el riego de sus tierras. Su variado patrimonio se componía de instalaciones de transformación (molinos), tierras de cultivo permanente (viñedo, cereal, huertos, frutales) y  espacios de explotación extensiva (montes, pastos). En su forma de organización aseguran su subsistencia por medio de un variado cultivo de autoabastecimiento, por lo que pueden equipararse desde la perspectiva económica, a las villas romanas.
Hacia la segunda mitad del siglo XI algo empieza a cambiar en la configuración del manto vegetal de la Navarra Media Occidental. Lo indica las menciones de roturaciones y plantación de viñas. El ager (cultivo) creció a expensas del saltus (montes y arbustales) que había dominado. De este crecimiento dan cuentas los documentos de Irache: entre el siglo XI y principios del XIII, el viñedo documentado en el dominio monástico de Sta. María de Irache se quintuplica. Con el fin de incrementar los viñedos los monjes arriendan piezas con la condición de que en ellas se planten vides. Y desarrollan la interación entre los focos de producción y los núcleos de consumo de la región, acercando los campos cultivados a las vías de comunicación, que subrayan la colonización de los espacios.  La vía que enlazaba Estella con Mendavia permitiría a Irache desplazar sus ganados hasta los pastizales de la ribera del Ebro y posibilitaba una más intensa rentabilización del territorio al facilitar el transporte de las cosechas a los mercados cercanos.


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