Templos: San Andrés, Legarda, San Juan Bautista y
otros
En páginas anteriores se han ido
mencionado diversas edificaciones para uso religioso de las que hay constancia
en Mendavia desde el siglo X. Se presenta aquí un recuento de ellas hacia el
siglo XVI.
Decanía de Imas
El monasterio de Irache acató la
autoridad del obispo de Pamplona en el siglo XII. La reforma eclesiástica del
s. XVI surtió efectos también entre las instituciones monásticas. Irache fue
afiliado a la Congregación benedictina de San Benito de Valladolid (1522). Esta
congregación revitalizó la vida monástica y, de acuerdo con las disposiciones
del Concilio de Trento, superó los vicios arrastrados de siglos anteriores. Los
abades de Irache pasaron a ser de elección cuatrienal y desde 1652 se escogían
sólo entre monjes navarros. No lograron devolver a las abadías todo su pasado
esplendor, pues sus numerosas rentas iban decreciendo. Sin embargo, los abades
mantenían el prestigio y el poder político que les daba ser miembros del brazo
eclesiástico de las Cortes del reino. La Granja de Imas, en término de Mendavia,
contaba también con monjes dependientes de la abadía de Irache. La jurisdicción
civil y criminal correspondió al abad de Irache, quien nombraba para eso un
alcalde. En el diccionario de 1802 se dice que «no tiene más habitantes que los
criados de labranza», por ser propiedad todo del monasterio. En las
edificaciones del monasterio se se incluía una capilla dedicada a San Martín.
Un nichal albergó una imagen de la Virgen del Pilar. Además de edificación
religiosa, la Granja siguió siendo un centro agrícola de producción de trigo y cebada, y en menor
grado de vino y aceite. Recibía una parte de los impuestos de los labradores de
Mendavia.
Nuestra Señora de Legarda
Como primera reseña histórica
encontramos la referencia a Legarda cuando el Rey, Don García de Navarra, dona
a la Ermita, en el año 947, los diezmos y primicias del lugar de San Martín. Su
iglesia fue donada por Sancho el Sabio de Navarra a la de Santo Domingo de la
Calzada en 1067. Illa Gardia es una
de las formas de grafía medieval, con la que aparece en este documento de
donación. En el siglo XI, junto con Imas, fue anexionada a Irache, siendo abad
San Veremundo.
El edificio de la ermita muestra una
cronología desde el s. XIII al XVIII. Se observan aún los gruesos contrafuertes
exteriores y su portada. Ésta es de estilo gótico pero conserva una estructura
propia de finales del siglo XII. Las arquivoltas de la imagen se han decorado
con motivos sogueados, lineas en zig-zag, y unas pequeñas figuras humanas de
canon estilizado. En la parte inferior de ellas se han realizado unas figuras
humanas sedentes que se hallan bastante deterioradas por desgaste o erosión, y
el guardapolvos presenta una decoración de puntas de diamante. Se aprecia parte
de las esculturas del tímpano. Sobre la portada se abre un ojo de buey. Junto a
la fachada y sobre un edificio adosado a la ermita, se levanta la torre del
campanario. Una talla (gótica) de la Virgen del s. XIII muestra a la Virgen
sentada con el Niño en su regazo. La capilla hornacina en el lado de la
epístola conserva una reja del s. XIII.
En torno a la advocación de Nuestra
Señora de Legarda se relata la siguiente leyenda: "Corría el año 1468
estando cautivo en Argel Tomás Ramírez, de Lodosa, pedía a la Virgen de Legarda
su liberación rezándole todos los días. El moro Zualí que lo tenía preso, lo
ató con cadenas y encerrándolo en un arca se puso sobre ella. Las oraciones de
Tomás a la Virgen hicieron, que en una sola noche, el arca que encerraba al
preso, junto con el moro subiese mar y Ebro arriba hasta llegar a la ermita de
Legarda. Al descender el moro del arca, las campanas se pusieron a tocar solas
y los pueblos de Lodosa, Mues y Mendavia, avisados por su son, llegaron a la
ermita a recibir al preso. Ante el hecho tan prodigioso, Tomás quedó libre y
Zualí arrepentido se bautizó. Los tres pueblos hicieron promesa de acudir en
peregrinación a Legarda, mientras el mundo sea mundo, el segundo día de Pascua
de Pentecostés, que fue cuando acurrió este milagroso acontecimiento".
La ermita se usó como lugar de refugio
en el que la justicia no podía entrar. En 1730 Basilio Remírez hirió de una
puñalada y causó la muerte a Fermín Martínez, ambos naturales de Mendavia.
Basilio se refugió en la ermita. Se gastaron 5 robos de trigo para los que
estuvieron de guardia, hasta que se entregó.
Nuestra Señora de Legarda, además de referirse
a la ermita, denotaba el monastariolo anejo a ella. Se hallaba situado a los 1°
28' 35" y 42° 26' 39", a 2 km al sur del centro poblado de Mendavia, en una llanura junto al canal de
Río Nuevo con sus brazales Largo y de la Madre, en la desembocadura al río
Ebro. Legarda contó con un prior, mientras mantuvo su organización de monasteriolo
subordinado al monasterio de Irache. A partir del siglo XIX pasó a ser
gobernada por medio del alcalde de Mendavia, quien ejercía la jurisdicción
civil.
Parroquia de San Andrés
Se conoce una Iglesia de San Andrés
donada por Fortuño de Lavión en 1090 a la Catedral de Pamplona, durante el
Reinado de Sancho Ramírez. Podría tratarse, aunque no parece probable, de la
misma situada en Mendavia (¿y tal vez de esa época las pechas al arcediano de
Santa Gemma?).
Lo cierto es que la parroquia San Andrés
existió con anterioridad a la de San Juan Bautista. Desde el siglo XIII al
menos la parroquia de San Andrés tenía la capellanía de Mende la Vieja. Es
nombrada incluso como basílica. A ella le correspondían tierras, de las que
recibía algunas rentas, que iban a parar al monasterio de Irache.
En el siglo XIV, dada la fuerte crisis
económica y social, el abad y el convento de Irache acceden a las quejas y
peticiones de los respectivos labradores o collazos, procediendo a reajustar
las prestaciones y rentas señoriales que debieran pagar en sus dominios. San
Andrés, por ejemplo, es ajustado a 10 cahíces.
Mendavia se constituyó como villa agrupándose,
en contextos de guerras permanentes, cerca de la fortaleza, y en torno a las iglesias de San Juan Bautista y de San
Andrés, en lo que se llamó La Villa. Algo quedaba poblado en el Calvario, de la
antigua Menda la Vieja.
Mende la Vieja conservó las pechas al
abad de Irache. En el siglo XVII estas
rentas se recaudaban desde el Ayuntamiento por medio del cobrador del libro de
Mende la Vieja, que recogía el nombre de los renteros y lo que cada uno pagaba.
Se recogían 62 robos, que se entregaban al monasterio.
En 1652 el señor Obispo ordena que el
vicario o el beneficiado más antiguo, se encargue de reparar la Basílica de San
Andrés que se halla con suma indecencia, sin retejar y por algunas partes
desmoronada, de suerte que amenaza ruina, y en el altar ni hay manteles. Don Diego de Sada y Laguardia, Obispo en
1661, advierte que si no puede arreglarse por llevarse las primicias Irache,
debe por lo menos adecentarse, pues permanece en la villa una capellanía de
Miguel de Oñate (Beneficiado y Mayordomo de la Parroquia en 1612). A pesar de
estas admoniciones, la iglesia de San Andrés terminó en ruinas. Como toda
iglesia del tiempo, fungió como cementerio de Mendavia con anterioridad al de
la parroquia de San Juan Bautista.
En el año 1730 se afirma que la Iglesia
de San Andrés “sólo sirve para granero”; quedan las paredes con un Cristo en un
nicho. En 1759 se hacen en ella algunas obras pero se le asigna la
responsabilidad de su arreglo final al abad de Irache que no parece estar muy
dispuesto a hacerlo. Se pide que si no las hace se le quiten las rentas de
Mende la Vieja y el vicario parroquial se encargue de los adecentamientos.
Las excavaciones de finales del siglo XX
y la construcción de casas en la parte alta del pueblo, deajron al descubierto numerosas
tumbas de losas de piedra. Pertenecían al cementerio de la desaparecida iglesia
de San Andrés.
La fiesta de San Andrés (24 de
noviembre) era señalada en el pueblo. La panadería, pescamercería y tienda de
fruta seca hacían los pagos anuales de renta por San Andrés.
San Juan Bautista
La Parroquia de San Juan Bautista de
Mendavia es una antigua construcción del siglo XIII, en la zona del castillo,
que debió plantearse en un estilo románico tardío con elementos protogóticos.
Sufrió numerosas remodelaciones que la hicieron partícipe de diferentes estilos
desde gótico-renacentista hasta neoclásico. Fue remodelada parcialmente en el
siglo XVI en estilo gótico-renacentista, afectando la reforma principalmente a
las cubiertas. En el siglo XVII se labraron la sacristía y las dos portadas.
De la primitiva construcción quedan las
estructuras fundamentales de la iglesia con sus muros, las tres naves con tres
tramos, cuadrada la del centro y rectangulares las de los extremos, la cabecera
pentagonal y un coro alto a los pies sobre un arco rebajado. También son del
siglo XIII las triples columnas adosadas a los frentes de los pilares hacia la
nave mayor y los robustos arcos que van articulando los tramos de las naves
laterales.
Entre los ornamentos, se conserva una
capa pluvial roja que lleva un medallón de la Virgen con el Niño del siglo XVI.
En el Museo Diocesano de Pamplona se conserva un Nacimiento de madera en su color
natural, del segundo tercio del siglo XVI.
En el tránsito a la sacristía se
encuentra un gran armario empotrado con puertas de madera que ostentan una rica
decoración barroca de hacia 1700. La sacristía está presidida por un pequeño
retablo de Cristo Crucificado formado con elementos de diversa procedencia y
épocas. Los espejos barrocos de la sacristía son del siglo XVIII. La cajonería
rococó es de finales del XVIII y aprovecha algunos elementos del siglo XVII con
decoración manierista.
En otro tiempo, la parroquia contó con
interesantes piezas de orfebrería, pero en la actualidad se puede citar
solamente un sencillo copón de plata de la segunda mitad del siglo XVIII.
El retablo mayor
Preside el
templo un retablo mayor de gran tamaño que hay que considerar una de las obras
más interesantes del primer Renacimiento en Navarra dentro del campo de la
escultura. Aunque tradicionalmente se atribuía al escultor vianés Francisco de
Icic, la crítica reciente lo adjudica a los maestros Francisco Jiménez, maese Metelín
y maese Jacques Tomás. Tiene este retablo una traza de acusada verticalidad y
estructura decreciente en altura para adaptarse al ábside. Consta de un alto
pedestal y tres cuerpos con tres calles más cuatro entrecalles, rematando el
conjunto un ático rectangular enmarcado por entrecalles que culminan en
frontones curvos. Como soportes se utilizan algunas columnas abalaustradas y
pilastras con los fustes cajeados repletos de ornamentación «a candelieri»,
entre los cuales se disponen ménsulas y doseletes ricamente decorados para
albergar esculturas u hornacinas aveneradas que cobijan figuras en relieve.
Al primer cuerpo
corresponden las tallas de un profeta, Daniel, el relieve de la Visitación -en
la imagen-, la talla de San Marcos, la puerta del sagrario entre relieves de
ángeles con símbolos de la Pasión, la talla de San Lucas, el Nacimiento de la
Virgen y otros dos bultos de profetas. El friso de este primer cuerpo
reproduce, por su parte, relieves con escenas marinas con centauros, tritones,
luchas y arpías. Encima monta el cuerpo segundo cuyo banco representa cabezas
de querubines y sobre ellas alternan los bultos y relieves de un apóstol, Santa
Clara, el Bautismo de Cristo, San Pedro, San Juan Bautista predicando, San
Pablo, San Juan Bautista ante Herodes, San Francisco de Asís y otra santa. A
continuación se desarrolla sobre el banco con querubines del cuerpo siguiente
dos apóstoles, la Decapitación del Bautista, otro apóstol, la Coronación de la
Virgen, San Esteban, el Banquete de Herodes y otros dos apóstoles. Culmina el
retablo el grupo escultórico del Calvario coronado por el busto de Dios Padre
bendiciendo y a ambos lados un apóstol y un santo.
Estilísticamente
se trata de una obra compleja en su estructura acumulativa y de calidad
desigual cuyas diferencias confirman la participación en ella de varios autores
relacionados con el círculo riojano, que mezclan algunos rasgos todavía
flamenquizantes con caracteres propios del expresivismo de Forment. Destaca el
sentido narrativo y el detallismo con que están plasmadas las escenas, ropajes,
plegados y rostros, algunos de ellos con facciones toscas. Las composiciones
con varias figuras son por lo general estáticas y las proporciones estilizadas.
(http://www.unav.es/arte/cmn/estella/estella2/lam8.html)
Ampliación y regulación acerca del cementerio
En el siglo XVII el entorno del
cementerio de la iglesia San Juan Bautista servía a los vecinos como explanada
para diferentes labores. Varios mandatos episcopales prohibieron cualquier
actividad: Que en el pórtico de la
iglesia de la parte del cementerio, en los inviernos, las mujeres y otras
personas acuden a él y aderezan linos y otras cosas que no son decentes. Se
ordena y manda que de aquí en adelante, so pena de excomunión, ninguna persona
se ponga en dicha puerta, ni en invierno ni en verano, bajo pena de un real,
aplicado para la luminaria del Santísimo (1652). Que el carnario donde están los huesos, que está con mucha indecencia,
se haga a espaldas de la sacristía, y el cementerio, se alargue y corra la
pared del corral de Domingo Lodosa, para que dicho fosario quede dentro del
cementerio (1657).
Otros templos y cementerios
Tomás López Sellés reseña dos ermitas
que existieron en Mendavia, además de la de Legarda:
a) Nuestra Señora de Beraza, a unos dos
kilómetros al norte. Se conservan algunos restos. La ermita fue transformada en
corral ovino. Se ha llamado el corral de
Beraza.
b) San Bartolomé. Es probable que
existiera en lo que después se conoció como el corral de San Bartolomé, en dirección a Sesma. Actualmete no hay
vestigios de edificio religioso.
Debe agregarse el probable monasteriolo
de San Martín en la villa Barbarana (sita en Mendavia, anota la carta de San
Millán citada anteriormente). De acuerdo a las investigaciones sobre la Calzada
romana al otro lado del Ebro, parecen convenir los entendidos en situar las
ruinas de Barbarana (intersección de dos vías romanas) entre Agoncillo y el
Ebro. Por razones topográficas y fonéticas sitúan Barbarana en la finca del
monasterio de San Martín de Berberana que existía el año 947, en el lugar en
que hoy se encuentra la ermita del mismo nombre. El punto situado al otro lado
del Ebro, entre Arrugal y la Ermita de Nuestra Señora de Legarda correspondería
con el monasteriolo citado en las Cartas de San Millán.
El núcleo de Barbarana estaría un poco
más al Noroeste. De ella quedan en la Dehesa, en campo de 100 metros de largo,
algunos insignificantes fragmentos de barro romano, que hacen imaginarla sólo
como un puesto de relevo de las postas y descanso nocturno de los viajeros.
A San Martín se dedica, además, una
capilla de la Granja de Imas. Podría ser incluso que el monasteriolo de Legarda
estuviera emparentado, por su cercanía, con este de San Martín, de donde
tomaría la devoción al Santo, llevado luego a Imas.
Además de los cementerios de San Andrés
y San Juan, y los cementerios monásticos de Imas y Legarda, en las cercanías de
la plaza, entre la calle Carnicerías y la de la Virgen, hubo otro cementerio
que se refleja en una fundación de 1637, y que probablemente correspondió a los
pocos judíos de la población. El caserío de Villamezquina tenía su propio
cementerio.
Mapa de Ruina de
Barbarana y San Martín de Berberana,
en las cercanías
de Agoncillo y Arrúbal