Fin de la primera guerra carlista y Ley paccionada
En el Convenio de Bergara (1839) tras la muerte de Zumalacárregui
y la traición de Maroto a los carlistas, culmina la guerra de los Siete Años con
la victoria de los isabelinos. En el rendimiento de los carlistas se confirman los
fueros navarros, “sin perjuicio de la unidad constitucional de la monarquía”.
Al poco de terminada la guerra, María Cristina renuncia a la Regencia
y es nombrado el general Espartero. En 1841 se extienden a los bienes del clero
secular las medidas desamortizadoras. En Navarra se eligió una Delegación Provincial
por voto de los mayores contribuyentes y se aprobó en pacto de la Diputación Foral
con el gobierno de Madrid la Ley de modificación de los fueros o Ley paccionada,
dos años después (1841). En ella se eliminan las Cortes navarras, los tribunales
de justicia propios, las aduanas y monedas propias… Se pacta la autonomía administrativa
y el respeto de la legislación civil propia. Desaparece el reino de Navarra y su
soberanía. Los grupos políticos en Navarra tendrán estas leyes como punto de discordia,
por un siglo. La ley de 1839, frente a la del 1841, representará la “reintegración
foral plena”.
Será esta nueva Delegación Provincial –no foral- la que autorice
en Mendavia y otros pueblos ribereños la venta de los terrenos comunales, impulsando
la creación de las burguesías rurales de la zona. Los periódicos de la época reflejan
el negocio emergente de las tierras: en marzo de 1840 el sr. Hipólito de Frías anuncia
en prensa arriendos de sus tierras, entre otras las yerbas del soto titulado Baldegón,
mugante con Mendavia.
En 1840 aún entregaba Mendavia el censo perpetuo en cereal al
duque de Alba, con algunos “atrasos” de años anteriores. En 1842 se restablecen
las disposiciones del trienio liberal de 1820-1823. Se suprime la palabra Vasallo
y Vasallaje. Se decreta la abolición legal de los derechos feudales del señor: Derecho
de maltrato; Derecho de que se amamante con preferencia al hijo del Señor; Derecho
de pernada. En este contexto, en 1843 y 1844 los pueblos del Condado de Lerín interponen
un pleito al Duque de Alba para abolir el censo, tal como lo habían intentado los
años 1820-1822.
Fin de las pechas
En documento fechado el 12 de marzo de 1844
se conoce una Exposición que los diputados de los Valles, Cendeas, y Pueblos y Vecinos
Particulares de Navarra a quienes se conoce en este país con el nombre de pecheros
elevan a las Cortes para que en Navarra sean una verdad las disposiciones que han
abolido los odiosos tributos feudales y entre ellos las pechas, reliquias del sistema
humillante de la antigua desigualdad civil..
Estas reflexiones de los Diputados expresan
las principales preocupaciones del momento
en los pueblos bajo dominio señorial. El éxito de la legislación abolitoria
de los señoríos habría que relacionarlo con la posible simpatía del pueblo navarro
por el régimen liberal y su aceptación de los cambios introducidos por la Ley de
Modificación de Fueros de 16 de agosto de 1841. Los pecheros y lo mismo cabe decir
de otros grupos marginados presentaron sus reivindicaciones al calor de las ideas
liberales, lo que inclina a pensar que, en principio, debían coincidir muy poco
con los representantes del antiguo estado de cosas, que perpetuaba sus marginación.
Todo ello plantea numerosos interrogantes acerca de los mecanismos de control sobre
los trabajadores, sobre su percepción del liberalismo y del carlismo, el alcance,
motivos y posible evolución de su adscripción política durante las guerras realista
y primera carlista. La situación explica en parte, que, cuando a fin de siglo se
debata con fuerza el asunto foral en Pamplona, la Mendavia que en la década de 1840
hizo su lucha para desprenderse del Duque de Alba y su palacio en Lerín no se lo
tome tan a pecho. Para el jornalero o peón, caer en manos de los pequeños burgueses
rurales podría parecer incluso ventajoso, pues se había dejado de pechar a monasterios
y duques. Aún no habían previsto las consecuencias de la ley del 1841.
A partir de 1844 los asientos de cargo y descargo de trigo y cebada
desaparecen en Mendavia y todas las transacciones del ayuntamiento se efectúan en
metálico. En el Ayuntamiento suprimen el tesorero, quedando únicamente el depositario.
Las cuentas con el Duque de Alba pasaron a la historia.
El general Zurbano
Hijo de ricos labradores de la montaña navarra,
nació en Varea (Logroño) el 29 de febrero de 1788. A los 20 años se alistó en la
partida de “Cuevillas” para luchar contra la invasión francesa en la Guerra de la
Independencia, demostró su valentía en el combate que se dio en Sansol, en el que
también participaron Espoz y Mina.
Terminada la guerra, Martín Zurbano volvió
a sus faenas del campo hasta que llegó la guerra carlista. Preparó una partida isabelina
y se lanzó al campo con su gente (15 de julio de 1835). En 1836 fue nombrado en
poco tiempo capitán, mayor de Cuerpos Francos y comandante. En 1837 protagonizó
numerosos y arriesgados hechos de armas en la zona de Vizcaya, donde destruyó las
fábricas de plomo que surtían a los carlistas, por ello le nombraron teniente coronel.
Como premio y recompensa de sus heroicos
hechos de guerra, las cortes españolas condonaron a Martín Zurbano la Granja de
Imas.
Terminada la guerra civil, fue elevado al
cargo de mariscal de campo y, aunque se retiró del ejército, volvió para sofocar
algunas sublevaciones en Vizcaya y Cataluña. Cuando Espartero cayó del poder, se
vio obligado a huir a Portugal y al regresar a España en 1844 se rebeló y proclamó
la Constitución.
En noviembre de 1844 el rebelde Zurbano estaba
por Montenegro. El coronel Ramón Corres lo persigue y logra que toda la infantería
se rinda y entregue las armas. Su levantamiento no tuvo éxito. Zurbano, con sus
dos hijos y su cuñado Cayo Muro, y seis individuos más se dan a la fuga hacia Yanguas.
Y trata de pasar el Ebro por las inmediaciones de su Granja (por Mendavia). En cuatro
días el rebelde Zurbano acabó. Finalmente fue detenido y fusilado en Logroño. El
orden se reestablece en las provincias de Logroño y Soria. Es el Gobierno de Narvaez:
en un año hubo 214 fusilamientos. Ese año se había suspendido la venta de bienes
de la Iglesia.
Martín Zurbano casó en primeras nupcias con
Francisca del Saz, y en segundas con Hermenegilda Martínez. Su viuda, que vivía
en la Granja de Imas, falleció en ella en 1861; fue sepultada en el Camposanto de
Mendavia.