jueves, 22 de septiembre de 2016

OFICIOS VINCULADOS A LA IGLESIA, EN MENDAVIA SIGLO XVIII


Cerrajeros, latoneros y vidrieros

A fines de 1746 los cabildos encargan a Pedro de Ibáñez, maestro cerrajero de la ciudad de Logroño, la hechura de dos púlpitos de hierro similares a los de la Basílica de San Gregorio Ostiense, sin pedestales y sujetos a las paredes.  El costo fue de 2975 reales a 36 maravedies el real, pagados por partes según la obra se iba realizando. El 20 de junio de 1747 ya habían sido colocados los púlpitos, a los que después de diversos reconocimientos les hizo algunos retoques.
Ese mismo año, los dos cabildos se ajustaron con Fermín Ezcárate, maestro latonero, vecino de Pamplona, para que hiciera dos docenas de candeleros pequeños y media docena grandes, del metal bronce, a razón de tres reales la libra y dos atriles del mismo metal. Costaron 246 reales.
En 1751 se encargan las vidrieras para las ventanas de la nueva sacristía a Félix Marrochin, vecino de Tudela. Les hizo un presupuesto de setecientos reales. En 1754 al rehacer  la capilla del Santo Cristo se daña una vidriera y entregan los restos a Juan Blas de Urquizu, primiciero de la iglesia. En 1760 se encarga al oficial vidriero Joaquín Fernández, vecino de Viana, fabricar nuevas vidrieras.

Estañadores                                                  

Los estañadores son de paso. No obstante, en 1797 se hace mención del estañador Nicolás Primo, italiano. Pide una peseta por estañar una garrapiñera. También recibe una porción de carbón por reparar una caldera y un sartén.

Plateros

Antonio Hernández y Francisco Iturralde son los maestros plateros de Pamplona que contratará la villa de Mendavia en la segunda mitad del siglo XVIII.
Los cabildos eclesiástico y secular deciden el año 1746 hacer una lámpara, una cruz, media docena de vinajeras, dos cálices con sus patenas, un copón, un calderillo y una campanilla, y otros útiles religiosos más menudos, todo de plata. Se concreta el trabajo con Antonio Hernández, maestro platero de Pamplona, quien se reunen con José Solano, vicario y Juan Blas de Urquizu, alcalde de la villa en representación de los cabildos. Entonces detallan que la lámpara será de 500 onzas de plata castellana, igual a la de la iglesia parroquial de Lodosa. La hechura cuesta por cada onza dos reales y tres cuartos. Con el platero establecen el acuerdo en documento detallado. Se le entregan al platero 1.600 reales para adelantar la obra. En abril de 1747 entrega las piezas, agregado el dorado de San Juan, el de los cálices, copón, portapaz, etc, suma la cuenta un total 8.258 reales y doce maravedíes (de acuerdo al contrato inicial daría unas 3000 onzas de plata trabajadas, aproximadamente 86 kilos). Se le descontaron en el pago los 1.600 reales de adelanto y el copón antiguo, dos vasos, un cáliz y dos patenas viejas, que pesaban 155 onzas y 5 ochavas de plata. La obra de plata fue reconocida por Juan Francisco Montalvo, contraste y refinador de la ciudad de Pamplona, y de José Tabar y Martín de Lizasoayn, artífices plateros, en presencia del licenciado don Ramón de Ibarra, abogado de los Tribunales Reales de dicho Reino.
Con las múltiples obras en la iglesia durante el año 1749 se acuerda guardar las piezas en lugar seguro.
En las circunstancias de guerra contra los franceses, en septiembre de 1794, tuvieron que prestar al Reino, por no tener dinero, la lámpara, la cruz, seis candeleros, cuatro platillos con sus vinajeras, dos cetros, una calderilla y un cáliz antiguo con su patena filigranado. Ya no se recuperaron, sino una parte en dinero.
Con ese dinero volvierona encargar en diciembre de 1796 al platero de Pamplona Francisco Iturralde: una lámpara de 400 onzas de peso, 6 candeleros y su cruz de 360 onzas, una cruz de procesión de 120 onzas, y otras alhajas para un total de 1.242 onzas de plata.

Relojeros

Consta que a principios del siglo XVIII había un reloj en la torre. La construcción, arreglo y cuidado era decidido por los dos cabildos, y cada uno pagaba la mitad. Fueron relojeros en Mendavia Juan Sainz de Gumiel (1707) y Juan Crespo, vecino de Viana (1708-1726). A éstos se les pagaba por los arreglos hechos.
A partir de entonces se condujeron relojeros que cobraban, seis robos anuales con obligación de venir cuando los llamasen. La iglesia no tiene bligación de pagar cosa alguna, excepto en el caso de que haya rompimiento de pieza.
José de Castejón, maestro relojero de Caparroso fue conducido hasta 1746, en que lo despiden, pues no lo logra reparar el reloj después de varias veces en que acude. Los cabildos nombran entonces a  José García de Nestares, con el salario de 6 robos de trigo anuales (para el día de San Miguel) pagados la mitad por cada cabildo. En 1748 se vuelve a dañar seriamente el reloj. Se contrata por 8 años un nuevo relojero,  Domingo Dombrasas de Estella, con las mismas condiciones. Pero en 1749 tienen que volver a llamar a José García.
Hacia finales del siglo hay cuidadores del reloj en el pueblo, que cobran un salario en moneda. Juan Agustín Sagredo (1771), presbítero y sacristán, y Félix Ximénez (1782) sacristán reciben 66 reales anuales por este cuidado. Sin embargo se sigue conduciendo a Antonio Ocio (1783), como maestro relojero, por los mismos 6 robos de trigo anuales. 
El año 1786, a la nueva torre se le coloca un nuevo reloj. Lo hizo Pedro José Merino, maestro relojero de Los Arcos. Se le pagaron 2600 reales.

Maestros campaneros

Las campanas eran un importante elemento en la vida del pueblo, ellas tocaban cuando había difuntos adultos, a «mortichuelo» cuando fallecía un niño, a «rebato» por incendios o peligros y a gloria en fiestas.
En 1652 se hizo una campana grande que bendijo el vicario Miguel Ximénez de Leorin. Magdalena de Torres, mujer de Miguel Quadrado y Leache, fue la madrina de la bendición.
En 1772, Mateo Mier, maestro campanero de Pamplona, funde dos campanas grandes que están rotas y las hace nuevas, del mismo calibre. Ajustan en 1480 reales, pero al término del trabajo le pagan más: 2340 reales. Juan Antonio Zalduendo protesta estos gastos.
Xavier de Aristu, maestro campanero que opera en Sesma, funde otra campana para el reloj en 1786. José de Mendoza, maestro campanero de Pamplona, funde dos campanas más en 1797, por 1.400 reales. En 1798 se decide hacer una campana mayor para el reloj.
Un siglo después, en 1901 se contrató para refundirlas de nuevo a los maestros campaneros don Heriberto Quintana, vecino de Isla, Santander, y don Constantino Haro, de Pamplona, con autorización de la autoridad eclesiástica de la provincia.

Escultores

En 1746 se llama a Xavier de Col, escultor, para hacer dos guardavoces para los púlpitos. La traza la hizo previamente fray Pacual Galve. Al escultor se le pagan 800 reales. La planta de los guardavoces es ochavada, tienen a los cuatro evangelistas, y al Espíritu Santo, con unas nubes y algún serafín. Son madera de pino de buena calidad. Un de ellos está hecho para San Juan Bautista y otro para San Sebastián, ambos patronos de la villa en esta fecha. Marcial Soria, maestro escultor de la villa de Sesma, hizo los reconocimientos de la obra.
En 1752, el exvicario Joseph Solano y Velasco regala un retablo para la sacristía. El grupo escultórico representa el nacimiento del Niño Jesús. Actualmente se encuentra en el museo diocesano y en su lugar hay una fotografía del mismo.
En 1758 José de Albisu, maestro tallista, realiza otros adornos en los cajones de la sacristía. Xavier de Col, escultor de Viana, revisa la obra a principios de 1759. No todos los concejales están de acuerdo con este trabajo, pues la iglesia se hallaba empeñada por 680 ducados y urgía reparar la capilla mayor. Sin embargo, se procedió.
El trabajo más costoso se realizó en 1771. Miguel López Porras, maestro escultor, talló varias capillas en algo más de 24 mil reales.
En 1791 la Cofradía de San Isidro y San Antonio Abad, encarga a Ramón Villodas construir un retablo para el santo.  Ramón Villodas Lafuente fue escultor nacido en Sesma, hijo de Dionisio, también escultor. Por influencia de Silvestre Soria, Ramón estuvo en la Academia de Bellas Artes de Madrid, donde se conserva alguna obra suya  premiada en uno de sus certámenes. Realizó trabajos en la merindad de Estella. En Sesma se conserva un Crucificado en la capilla del Cristo y un San José en el retablo neoclásico. En 1801 el cabildo pide de nuevo a Ramón Villodas hacer un altar mayor y una imagen de Nuestra Señora de la Concepción. Anselmo Villanueva, de Logroño, declara como comisionado de efigies y otras figuras de la Santa Inquisición en Navarra. Le encuentra imperfeciones y la tasa en precio inferior al solicitado. Ramón Villodas la perfecciona.
En 1796, Anselmo Salanueva, escultor de Logroño, hace un san Isidro por 600 reales, y pinta a santa María de la Cabeza, por 50 reales de vellón.
En 1799 con discrepancias en el cabildo se decide aprobar la hechura de un monumento en 2.600 reales de plata. El carpintero Xavier Morales, hace los tablados por 30 pesos. Matías Garrido, maestro pintor nacido en Calahorra, es el encargado de hacerlo. Era vecino de El Ciego (Álava). Allí realizó los adornos de la sillería coral (1761), el retrato del arzobispo Navarrete (1762), las imágenes del Santo Cristo y la Dolorosa (1763) y los relieves de las cajonerías de la sacristía (1797). En la parroquia de S. Juan de Laguardia pintó el retablito y el zócalo de la cajonería de la sacristía (1770-1771) y el retablo de San José (1777). En Naváridas tiene unos murales (1775-1776) y los retablos de las capillas (1798). En 1780 trabajó en la iglesia de la Asunción de Labastida (Álava).

Doradores

En 1754 se encarga la limpieza del retablo a Francisco Capelares, maestro dorador. Hace la propuesta para limpiar el retablo mayor, lucir el coro, retocar las figuras y estatuas que tiene, y barnizar todas las pinturas al precio de 80 pesos siempre que le proporcionen los andamios. Se le pide que a las figuras que les falte alguna encarnadura, se les de con albaialde frío y aceite de nueces, encarnándolas conforme a arte. Bernabé Bea, maestro pintor y dorador, vecino de Lodosa revisa los trabajos y los encuentra bien. En el cuadro del Santo Cristo del altar mayor, se pinta la ciudad de Jerusalén; todo lo que se halla dentro de dicho cuadro y sus costados y todo el resto de cuadros y figuras, lo limpia en correspondencia con la limpieza anterior. El cuadro de la Resurrección que se halla en la puerta del sagrario, lo encarna, retoca los colores y los barniza con barniz de espíritu y limpia el sotabanco. Por todo ello regula la cantidad a pagar en 480 reales. También limpia y luce los altares de Nuestra Señora del Rosario, San Juan, San Francisco Javier, San Antonio y los cuadros de la sacristía.
En 1770 se encarga a Antonio Osorio, maestro dorador, dorar el retablo de San Francisco Xavier en 160 ducados. Los pagos se hacen por partes y se ha recogido de limosnas en moneda o en especies. Donan, entre otras, una vaca y un novillo.

Organistas

El 11 de noviembre de cada año era el día señalado para los nombramientos de sacristán, organista y primiciero, además deliberaban sobre los asuntos pendientes. En 1749 era organista Mathias Martínez de Espronceda. Era también un buen compositor y, al haber algunas misas sin solfa, los cabildos determinaron, con alguna protesta por el gasto de pergamino, que se compusieran y redujeran a solfa dicha misas.

Libreros

En 1750 Fabián Carrascal, maestro librero, compone dos libros de coro, cuatro misales y cuatro cuadernos de Réquiem. Pablo Santos Marín, maestro librero de Logroño, estima que el trabajo está bien. El costo es de 113 reales de vellón.  Y la revisión 16 reales de plata.
También componen libros en blanco para anotar cuentas, tanto en la parroquia como en el ayuntamiento, los maestros libreros Joseph Berdún (1753), Juan Berdún (1758) y Antonio García, éste de Pamplona (1771).

Cereros


A Mateo Plaza, maestro cerero, se le compra cera en varias ocasiones. En 1772, 22 libras y una onza de cera a precio de 4 reales y cuartillo la libra, para la novena con el Cristo de Legarda por falta de agua. Al año siguiente, por dos novenas con Ntras. Sra. de Legarda, le compran 303,27 reales de cera. En 1779 compran a Juan Domingo El Verdin, maestro cerero de Estella 75 libras de cera, por 319 reales.