Cerrajeros, latoneros y vidrieros
A fines de 1746 los
cabildos encargan a Pedro de Ibáñez, maestro cerrajero de la ciudad de Logroño,
la hechura de dos púlpitos de hierro similares a los de la Basílica de San Gregorio
Ostiense, sin pedestales y sujetos a las paredes. El costo fue de 2975 reales a 36 maravedies el
real, pagados por partes según la obra se iba realizando. El 20 de junio de 1747
ya habían sido colocados los púlpitos, a los que después de diversos reconocimientos
les hizo algunos retoques.
Ese mismo año, los
dos cabildos se ajustaron con Fermín Ezcárate, maestro latonero, vecino de Pamplona,
para que hiciera dos docenas de candeleros pequeños y media docena grandes, del
metal bronce, a razón de tres reales la libra y dos atriles del mismo metal. Costaron
246 reales.
En 1751 se encargan
las vidrieras para las ventanas de la nueva sacristía a Félix Marrochin, vecino
de Tudela. Les hizo un presupuesto de setecientos reales. En 1754 al rehacer la capilla del Santo Cristo se daña una vidriera
y entregan los restos a Juan Blas de Urquizu, primiciero de la iglesia. En 1760
se encarga al oficial vidriero Joaquín Fernández, vecino de Viana, fabricar nuevas
vidrieras.
Estañadores
Los estañadores son
de paso. No obstante, en 1797 se hace mención del estañador Nicolás Primo, italiano.
Pide una peseta por estañar una garrapiñera. También recibe una porción de carbón
por reparar una caldera y un sartén.
Plateros
Antonio Hernández y Francisco Iturralde son
los maestros plateros de Pamplona que contratará la villa de Mendavia en la segunda
mitad del siglo XVIII.
Los cabildos eclesiástico y secular deciden
el año 1746 hacer una lámpara, una cruz, media docena de vinajeras, dos cálices
con sus patenas, un copón, un calderillo y una campanilla, y otros útiles religiosos
más menudos, todo de plata. Se concreta el trabajo con Antonio Hernández, maestro
platero de Pamplona, quien se reunen con José Solano, vicario y Juan Blas de Urquizu,
alcalde de la villa en representación de los cabildos. Entonces detallan que la
lámpara será de 500 onzas de plata castellana, igual a la de la iglesia parroquial
de Lodosa. La hechura cuesta por cada onza dos reales y tres cuartos. Con el platero
establecen el acuerdo en documento detallado. Se le entregan al platero 1.600 reales
para adelantar la obra. En abril de 1747 entrega las piezas, agregado el dorado
de San Juan, el de los cálices, copón, portapaz, etc, suma la cuenta un total 8.258
reales y doce maravedíes (de acuerdo al contrato inicial daría unas 3000 onzas de
plata trabajadas, aproximadamente 86 kilos). Se le descontaron en el pago los 1.600
reales de adelanto y el copón antiguo, dos vasos, un cáliz y dos patenas viejas,
que pesaban 155 onzas y 5 ochavas de plata. La obra de plata fue reconocida por
Juan Francisco Montalvo, contraste y refinador de la ciudad de Pamplona, y de José
Tabar y Martín de Lizasoayn, artífices plateros, en presencia del licenciado don
Ramón de Ibarra, abogado de los Tribunales Reales de dicho Reino.
Con las múltiples obras en la iglesia durante
el año 1749 se acuerda guardar las piezas en lugar seguro.
En las circunstancias de guerra contra los
franceses, en septiembre de 1794, tuvieron que prestar al Reino, por no tener dinero,
la lámpara, la cruz, seis candeleros, cuatro platillos con sus vinajeras, dos cetros,
una calderilla y un cáliz antiguo con su patena filigranado. Ya no se recuperaron,
sino una parte en dinero.
Con ese dinero volvierona encargar en diciembre
de 1796 al platero de Pamplona Francisco Iturralde: una lámpara de 400 onzas de
peso, 6 candeleros y su cruz de 360 onzas, una cruz de procesión de 120 onzas, y
otras alhajas para un total de 1.242 onzas de plata.
Relojeros
Consta que a principios del siglo XVIII había
un reloj en la torre. La construcción, arreglo y cuidado era decidido por los dos
cabildos, y cada uno pagaba la mitad. Fueron relojeros en Mendavia Juan Sainz de
Gumiel (1707) y Juan Crespo, vecino de Viana (1708-1726). A éstos se les pagaba
por los arreglos hechos.
A partir de entonces se condujeron relojeros
que cobraban, seis robos anuales con obligación de venir cuando los llamasen. La
iglesia no tiene bligación de pagar cosa alguna, excepto en el caso de que haya
rompimiento de pieza.
José de Castejón, maestro relojero de Caparroso
fue conducido hasta 1746, en que lo despiden, pues no lo logra reparar el reloj
después de varias veces en que acude. Los cabildos nombran entonces a José García de Nestares, con el salario de 6 robos
de trigo anuales (para el día de San Miguel) pagados la mitad por cada cabildo.
En 1748 se vuelve a dañar seriamente el reloj. Se contrata por 8 años un nuevo relojero, Domingo Dombrasas de Estella, con las mismas condiciones.
Pero en 1749 tienen que volver a llamar a José García.
Hacia finales del siglo hay cuidadores del
reloj en el pueblo, que cobran un salario en moneda. Juan Agustín Sagredo (1771),
presbítero y sacristán, y Félix Ximénez (1782) sacristán reciben 66 reales anuales
por este cuidado. Sin embargo se sigue conduciendo a Antonio Ocio (1783), como maestro
relojero, por los mismos 6 robos de trigo anuales.
El año 1786, a la nueva torre se le coloca
un nuevo reloj. Lo hizo Pedro José Merino, maestro relojero de Los Arcos. Se le
pagaron 2600 reales.
Maestros campaneros
Las campanas eran un importante elemento
en la vida del pueblo, ellas tocaban cuando había difuntos adultos, a «mortichuelo»
cuando fallecía un niño, a «rebato» por incendios o peligros y a gloria en fiestas.
En 1652 se hizo una campana grande que bendijo
el vicario Miguel Ximénez de Leorin. Magdalena de Torres, mujer de Miguel Quadrado
y Leache, fue la madrina de la bendición.
En 1772, Mateo Mier, maestro campanero de
Pamplona, funde dos campanas grandes que están rotas y las hace nuevas, del mismo
calibre. Ajustan en 1480 reales, pero al término del trabajo le pagan más: 2340
reales. Juan Antonio Zalduendo protesta estos gastos.
Xavier de Aristu, maestro campanero que opera
en Sesma, funde otra campana para el reloj en 1786. José de Mendoza, maestro campanero
de Pamplona, funde dos campanas más en 1797, por 1.400 reales. En 1798 se decide
hacer una campana mayor para el reloj.
Un siglo después,
en 1901 se contrató para refundirlas de nuevo a los maestros campaneros don Heriberto
Quintana, vecino de Isla, Santander, y don Constantino Haro, de Pamplona, con autorización
de la autoridad eclesiástica de la provincia.
Escultores
En 1746 se llama a Xavier de Col, escultor,
para hacer dos guardavoces para los púlpitos. La traza la hizo previamente fray
Pacual Galve. Al escultor se le pagan 800 reales. La planta de los guardavoces es
ochavada, tienen a los cuatro evangelistas, y al Espíritu Santo, con unas nubes
y algún serafín. Son madera de pino de buena calidad. Un de ellos está hecho para
San Juan Bautista y otro para San Sebastián, ambos patronos de la villa en esta
fecha. Marcial Soria, maestro escultor de la villa de Sesma, hizo los reconocimientos
de la obra.
En 1752, el exvicario Joseph Solano y Velasco
regala un retablo para la sacristía. El grupo escultórico representa el nacimiento
del Niño Jesús. Actualmente se encuentra en el museo diocesano y en su lugar hay
una fotografía del mismo.
En 1758 José de Albisu, maestro tallista,
realiza otros adornos en los cajones de la sacristía. Xavier de Col, escultor de
Viana, revisa la obra a principios de 1759. No todos
los concejales están de acuerdo con este trabajo, pues la iglesia se hallaba empeñada
por 680 ducados y urgía reparar la capilla mayor. Sin embargo, se procedió.
El trabajo más costoso se realizó en 1771.
Miguel López Porras, maestro escultor, talló varias capillas en algo más de 24 mil
reales.
En 1791 la Cofradía de San Isidro y San Antonio
Abad, encarga a Ramón Villodas construir un retablo para el santo. Ramón Villodas Lafuente fue escultor nacido en
Sesma, hijo de Dionisio, también escultor. Por influencia de Silvestre Soria, Ramón
estuvo en la Academia de Bellas Artes de Madrid, donde se conserva alguna obra suya premiada en uno de sus certámenes. Realizó trabajos
en la merindad de Estella. En Sesma se conserva un Crucificado en la capilla del
Cristo y un San José en el retablo neoclásico. En 1801 el cabildo pide de nuevo
a Ramón Villodas hacer un altar mayor y una imagen de Nuestra Señora de la Concepción.
Anselmo Villanueva, de Logroño, declara como comisionado de efigies y otras figuras
de la Santa Inquisición en Navarra. Le encuentra imperfeciones y la tasa en precio
inferior al solicitado. Ramón Villodas la perfecciona.
En 1796, Anselmo Salanueva, escultor de Logroño,
hace un san Isidro por 600 reales, y pinta a santa María de la Cabeza, por 50 reales
de vellón.
En 1799 con discrepancias en el cabildo se
decide aprobar la hechura de un monumento en 2.600 reales de plata. El carpintero
Xavier Morales, hace los tablados por 30 pesos. Matías Garrido, maestro pintor nacido
en Calahorra, es el encargado de hacerlo. Era vecino de El Ciego (Álava). Allí realizó
los adornos de la sillería coral (1761), el retrato del arzobispo Navarrete (1762),
las imágenes del Santo Cristo y la Dolorosa (1763) y los relieves de las cajonerías
de la sacristía (1797). En la parroquia de S. Juan de Laguardia pintó el retablito
y el zócalo de la cajonería de la sacristía (1770-1771) y el retablo de San José
(1777). En Naváridas tiene unos murales (1775-1776) y los retablos de las capillas
(1798). En 1780 trabajó en la iglesia de la Asunción de Labastida (Álava).
Doradores
En 1754 se encarga la limpieza del retablo
a Francisco Capelares, maestro dorador. Hace la propuesta para limpiar el retablo
mayor, lucir el coro, retocar las figuras y estatuas que tiene, y barnizar todas
las pinturas al precio de 80 pesos siempre que le proporcionen los andamios. Se
le pide que a las figuras que les falte alguna encarnadura, se les de con albaialde
frío y aceite de nueces, encarnándolas conforme a arte. Bernabé Bea, maestro pintor
y dorador, vecino de Lodosa revisa los trabajos y los encuentra bien. En el cuadro
del Santo Cristo del altar mayor, se pinta la ciudad de Jerusalén; todo lo que se
halla dentro de dicho cuadro y sus costados y todo el resto de cuadros y figuras,
lo limpia en correspondencia con la limpieza anterior. El cuadro de la Resurrección
que se halla en la puerta del sagrario, lo encarna, retoca los colores y los barniza
con barniz de espíritu y limpia el sotabanco. Por todo ello regula la cantidad a
pagar en 480 reales. También limpia y luce los altares de Nuestra Señora del Rosario,
San Juan, San Francisco Javier, San Antonio y los cuadros de la sacristía.
En 1770 se encarga a Antonio Osorio, maestro
dorador, dorar el retablo de San Francisco Xavier en 160 ducados. Los pagos se hacen
por partes y se ha recogido de limosnas en moneda o en especies. Donan, entre otras,
una vaca y un novillo.
Organistas
El 11 de noviembre de cada año era el día
señalado para los nombramientos de sacristán, organista y primiciero, además deliberaban
sobre los asuntos pendientes. En 1749 era organista Mathias Martínez de Espronceda.
Era también un buen compositor y, al haber algunas misas sin solfa, los cabildos
determinaron, con alguna protesta por el gasto de pergamino, que se compusieran
y redujeran a solfa dicha misas.
Libreros
En 1750 Fabián Carrascal, maestro librero,
compone dos libros de coro, cuatro misales y cuatro cuadernos de Réquiem. Pablo
Santos Marín, maestro librero de Logroño, estima que el trabajo está bien. El costo
es de 113 reales de vellón. Y la revisión
16 reales de plata.
También componen libros en blanco para anotar
cuentas, tanto en la parroquia como en el ayuntamiento, los maestros libreros Joseph
Berdún (1753), Juan Berdún (1758) y Antonio García, éste de Pamplona (1771).
Cereros
A Mateo Plaza, maestro cerero, se le compra
cera en varias ocasiones. En 1772, 22 libras y una onza de cera a precio de 4 reales
y cuartillo la libra, para la novena con el Cristo de Legarda por falta de agua.
Al año siguiente, por dos novenas con Ntras. Sra. de Legarda, le compran 303,27
reales de cera. En 1779 compran a Juan Domingo El Verdin, maestro cerero de Estella
75 libras de cera, por 319 reales.