Enlosado, órgano, capillas y sacristía (1745-1759)
Además de la monumental obra del Nuevo Regadío
se acometieron en estos años varios arreglos en la iglesia del pueblo. Existía un
pleito tramitado ante el obispado de Pamplona, con apelación ante el tribunal de
Burgos, por el que se solicitaba hacer una nueva iglesia. Sin embargo, en julio
de 1745, dadas las necesidades del momento y las limitación económica, se juntaron
los dos cabildos de Mendavia, eclesiástico y civil, y decidieron desistir de este
proyecto y plantearse como alternativa la remodelación de la iglesia. En marzo de
1746 ambos cabildos, presididos por don José
Solano y Velasco, vicario, y Juan Blas de Urquizu, alcalde, toman la decisión de
quitar los ladrillos y encajonar el suelo, como tarea primera. Encajonar el suelo
supone profundizar los cimientos unos dos metros y asentar los cruceros y las losas
de cantera, con buena mezcla de cal y arena.
Especializaciones en
el ámbito de la construcción (Mendavia, siglo XVIII)
Maestro Tracista: fray Galve (arquitecto)
Maestro Cantero: Domingo Ibar (ingeniero especialista
en piedra)
Maestro de Obra (ingeniero, en general)
Maestro Albañil (albañil: obras en cal y arena,
ladrillo, etc…)
Se piensa colocar losas nuevas en el presbiterio,
con tres gradas, arreglar también los espacios dedicados al Cristo, a San Antonio,
a Nuestra Señora del Rosario, San Francisco
Javier y San Sebastián; arreglar las sepulturas del lado del evangelio y las que
están debajo del coro; arreglar los umbrales y escaleras de las puertas; hacer dos
pilas de agua bendita a modo de concha; rehacer en piedra los espacios de la capilla
y la pila bautismal; hacer una sepultura en el altar de las ánimas…
En abril se realiza el auto de candela. Presiden
colegiadamente don José Solano, Vicario y don Antonio Lodosa, Teniente de alcalde.
Se remiten carteles, según costumbre, a las ciudades de Viana y Logroño, y otros
pueblos. Miguel de Arizmendi lo pregona en Mendavia, a son de caja tañida. Juan de Bildosola, ofrece
hacer la obra por 7.500 ducados. Jerónimo Solano, vecino de Sesma, maestro albañil,
por 5.500. En mayo, tras la vientena establecida, José de Iloro, cantero de la villa
de Marquina, entro ocho pujadores, se queda con la obra ofreciendo hacerla por 410
pesos (x8 = 3280 reales). En noviembre el maestro Iloro saca los escombros de la
iglesia al corral de las campanas. Los huesos
de las sepulturas, que iban incluidos, ocasionaron problemas de salubridad,
por lo que posteriormente los trasladaron a un barranco alejado del pueblo. El 10
de mayo de 1747 se terminó el encajonado y el maestro Juan de Bildosola lo reconoció
conforme.
Durante las obras de encajonado, en marzo
de 1746, se llama al organero Josef de Mañeru
para que reconozca el órgano y diga lo que le falta y se ponga en candela dicha
obra. En abril, Lucas de Tarazona, vecino de la villa de Lerín, hace un reconocimiento
del órgano, dice en detalle lo que está en mal estado y le parece que apenas se
salva algo de la ruina. Los fuelles, las teclas, los tubos, etc., todo necesita
reparación. Hace un presupuesto de 280 ducados para componerlo. Visto esto deciden
encargar su arreglo a Josef de Mañeru y Lucas Tarazona, vecinos de Lerín, en 270
ducados, y deberá estar en funcionamiento para septiembre, sin cambiar el secreto,
que está bien conservado (el secreto designa a una caja que recibe el aire del fuelle
y lo distribuye por los tubos, a voluntad del intérprete, según seleccione los registros
y pulse las diferentes teclas… que pueden ser accionadas mediante sus manos o sus
pies). Se atrasa la entrega pues Lucas Tarazona solicita posponerla hasta que se
concluya la obra de encajonado, que puede afectar al órgano. En marzo de 1747 el
órgano está listo. Se llama para el reconocimiento a Felipe de Urarte, maestro organero
de Viana, pero no acude. En mayo se llama a Felipe Braña, otro organero de Viana,
quien declara que las obras están hechas a la perfección. Para pintar la caja del
órgano sugiere esperar a concluir las obras en la iglesia.
Joseph Mañeru
Ximénez
Organero
navarro nacido en Lerín en 1672. A sus 21 años era considerado como
"maestro muy perito y de mucha experiencia en el dicho arte de
organero" por las obras ya realizadas en la Colegial de Tudela, en
Estella, Puente la Reina, Villafranca y Mendavia. Entre 1692 y 1697 amplía,
arregla o hace los órganos de Falces, Milagro, Puente la Reina, Sangüesa y el
de Santa Clara de Estella. Desde 1701 a 1738 revisa o construye los de la
colegiata de Roncesvalles, Larraga, la Asunción de Urroz y San Lorenzo de
Pamplona, San Esteban de Vera de Bidasoa, la Asunción de Miranda de Arga, Santa María de Tafalla, San Miguel de
Cárcar, Santa María de Lerín, Santa
Eufemia de Villafranca. Se considera su última obra, en 1745 el órgano de Santa
Clara de Estella, sustituyendo al anterior. También en Mendavia en 1947
participó junto al organero de Lerín Lucas Tarazona en la renovación del
anterior. De todos ellos solamente se conservan, muy deteriorados, los de
Cárcar, Miranda de Arga, Lerín y Santa María de Tafalla. (José Antonio Arana
Martija, http://www.euskomedia.org)
En febrero de 1747, adicionalmente, los dos
cabildos habían resuelto hacer dos capillas. Piden a Iloro que haga presupuesto,
poniéndose de acuerdo con fray Pascual Galve para hacer las trazas. Finalmente se
decide hacer sólo la capilla del Santo Cristo y agrandar la sacristía. Las condiciones
incluyen los suelos y paredes de piedra. La piedra ha de ser labrada y no salinosa,
rematando los huecos de ladrillo, los tejados a tres vertientes, el maderamen de pino. El blanqueado corre por
cuenta del maestro, mientras que asentar los marcos en puertas y ventanas, asentar
las tejas y las vidrieras corre de cuenta de la iglesia. Para la capilla, se harán
dos ventanas con vidrieras, dos altares de mampostería forrados con yeso, una tarima
de piedra y espacio para catorce sepulturas. En mayo se realiza el auto de candela
para las obras. Presiden colegiadamente don José Solano, Vicario y don Blas de Urquizu.
Se adjudican las obras al maestro Bildosola. Al cumplirse el veinteno, se obliga a ejecutar las dichas obras en 1.500
pesos. Parece ser que hubo inconvenientes, pues fue el 7 de agosto cuando tomaron
postura José García, José de Iloro, Domingo Ibar, Santiago Alonso y Manuel Ayala,
maestros canteros y se la quedó Domingo Ibar por 1.296 pesos, con el compromiso
de finalizarla antes de diciembre de 1748.
Al no realizarse en el tiempo establecido,
Domingo Ibar, tomó fiadores de Mues (su pueblo de residencia) y Arróniz. Logran acuerdos y en marzo de 1749 comienza Domingo
Ibar a derribar la capilla del Santo Cristo (tejados y paredes). Para ampliar la
sacristía se necesita comprar los corrales de Francisco y Antonio Lodosa (anterior
alcalde), que no se ha hecho. Todo se retrasa. En julio llaman a fray Pascual Galve,
para que revise las obras, y aprueba lo hecho hasta la fecha. En agosto, Ibar es
apresado en la cárcel de Mendavia a denuncia de varios acreedores que lo quieren
llevar preso a las cárceles reales. Ante esta novedad, su hermano Lorenzo Ibar se
compromete a terminar las obras en las mismas condiciones de su hermano.
Un gasto adicional se hará por el traslado
de la piedra. Los maestros Lorenzo Ibar y Santiago Eleta piden en septiembre que
la lleven hasta la iglesia y no hasta el portillo.
Ramón Ordóñez y compañía, llevan 151 carretadas.
Sebastián de Morentin, vecino de Lodosa, se compromete a conducir 38 carretadas
desde Sesma y 70 desde la pedrera de Mendavia. Matías Ángel Hernández y Bernabela
Rodríguez, 51 carretadas. Antonio Morcate, 52 carretadas. Con otros más, suman 423
carretadas de piedra. Trabajan en la obra los maestros albañiles Gerónimo Solano
y Pedro de Fuentes, vecinos de Sesma, y se comprometen a poner todo el ladrillo,
madera, tabla, teja, yeso y demás materiales, excepto el agua.
A primero de noviembre de 1749 los cabildos
toman la resolución de tomar quinientos ducados de los censos que tienen a favor
de la iglesia para pagar los gastos adicionales que van surgiendo. Hay protestas
en el pueblo por el costo de la obra. Domingo Ibar ya está libre y se ha hecho cargo
del final de la obra. En noviembre de este año se concluye. Llaman a fray Pascual
Galve y Gerónimo Solano para reconocerla. Declaran que los constructores deben de
recibir más dinero por las mejoras, entre otras, catorce sepulturas y al asiento
y fijamiento de las vidrieras. En diciembre los constructores amenazan con llevar
a juicio al cabildo. En abril de 1951 varios poseedores de antiguas sepulturas también
amenazan con juicios por sus pretendidos derechos sobre las nuevas sepulturas. Las
cosas de la iglesia no terminaron tan bien.
En 1754, el nuevo vicario Miguel Ignacio
de Echalecu pide hacer archivo eclesiástico de la obra de Domingo Ibar. Se queja
de las ventanas de la sacristía, y se resuelve abrir una más hacia la parte del
cementerio. En esta ocasión no pudo venir fray Pascual Galve a hacer las trazas
por lo que se llamó a Martín de Bazca, maestro cantero que estaba trabajando en
la granja de Imas. Dio presupuesto para el archivo y ventana, y se expuso el costo
total de la obra de capilla y sacristía: 24.722 reales (se incluyen armado de cajones,
retablo, ornamentos, órgano, etc… que no estaban contemplados en el pago al cantero
Domigo Ibar).
En 1759 proyectan construir otra capilla
más. A pesar de ciertos inconvenientes, pues la calle es estrecha, habría que demoler
parte de la casa del vicario, y los recursos económicos no son muchos, sin embargo,
la obra se sacó a candela. Domingo Ibar se comprometió a terminarla para el año
siguiente en 1.134 pesos. Domingo no la culminó y se la pasó a su hermano Lorenzo,
pero el 13 de diciembre renunció a la obra por hallarse preso en la cárcel de la
villa. Se hizo cargo Antonio García, vecino de Lodosa, que fue quien la culminó.
Algunos arreglos más en la iglesia (1760-1775)
En 1760 nombran a
Martín Maduro y Antonio Suso por parte del cabildo, y Antonio Barinaga y Francisco de Aguirre, maestros canteros de la ciudad
de Tafalla, por parte de Domingo Ibar, para el reconocimiento de las obras que se
van a entregar, capilla, casa vicarial, casa de la primicia, bodega, lago y granero.
Domingo Ibar debe de ejecutar una sepultura, debe escombrar todo lo que denominan
cementerio, la iglesia y la calle, dejándola igualada. En 1764 se arreglan las cancelas
de la puerta sur de la iglesia.
Antonio de Barinaga
El maestro cantero Antonio de
Barinaga, vizcaíno, en la segunda mitad del siglo XVIII realiza la construcción
de una nueva torre en la iglesia de San Miguel de Larraga, ajustándose a la
tipología de campanario riojano-alavés.
En 1752 realizó el enladrillado
de la iglesia Santa María de Los Arcos. Se firmó escritura el 29 de febrero de
1752 de acuerdo con el condicionado dispuesto por fray Pascual Galbe o Galbiz,
monje de Iranzu pero con residencia en la aneja granja de La Monjía, en
terrenos lindantes de Torres y Elbusto. La primera parte, en el atrio, quedó
concluida para diciembre. Tras un pleito entablado por el excesivo costo,
se concluyó el enladrillado del claustro
para navidades de 1755. Participa en la ampliación de la iglesia de Mendavia
con una capilla, entre los años 1771 a 1775.
En 1771 el maestro
cantero Antonio Barinaga hace las trazas para ampliar la iglesia con una capilla hacia el sur y otra hacia el norte.
Miguel López de Porras, escultor y vecino
de la villa de Torres, se queda con la obra en 24.509 reales. Hará 15 sepulturas
en cada capilla, las vidrieras con sus tres rejas quedarán a beneficio de la fábrica
de la iglesia y especifican medidas, gruesos, bóvedas etc. Será Antonio Barinaga
quien en 1775 comunique al cabildo la culminación de las obras. Sebastián de Ondicola
reconoce la obra y señala las mejoras con arreglo a las trazas, y que falta por
lucir con cal y concluir el pórtico.
Miguel López
Porras
Escultor avecindado en Torres y
más tarde en Viana, en 1785 concluye tres retablos neoclásicos para la Capilla de
San Juan del Ramo de Viana, según las
trazas de Francisco Sabando, logroñés, aprobadas por la Real Academia de San
Fernando de Madrid.
Construcción de la torre
(1781-1785)
Una obra representativa
de Mendavia será su esbelta torre, que sirvió de modelo para otras de la región.
En 1768 se discute el proyecto. Por una parte, se dice que no hay dinero; por otra,
se insiste en su necesidad pues la torre que hoy tienen, está expuesta a derrumbe
y las campanas a caerse. Deben esperar hasta 1780 cuando se llama a Santos Ángel
Ochandátegui, maestro arquitecto, para que presente trazas y condiciones para la
fábrica de la nueva torre. En 1781 ajusta el precio en 84.866 reales. Él traerá
bueyes y otras caballerías, tendrá goce de hierbas, se le dejara paso franco a las
canteras, así como hacer yeso, cal, o cualquier otra especie que necesite. Será
obligación del maestro quitar las campanas del paraje donde están y subirlas al
que deberán estar, cubriendo el sitio con un tejado. En 1785, tras cuatro años de
construcción, se culminó la torre y quedaron saldadas las cuentas con el maestro.
Así quedó rehabilitado su renombre después de su participación más discutible en
las obras del regadío de El Arenal. Quedaron pendientes las campanas, el reloj y
los adornos en la iglesia. En 1790 se recomponen las losas de algunas sepulturas,
se adquieren vestuarios y otros bienes litúrgicos.