La oveja rasa
La oveja predominante en Mendavia no es
la oveja merina, sino la oveja rasa. Debe su nombre a la característica mecha
de lana corta de su vellón, en comparación con la longitud de las Churras y
Latxas. Su origen hay que buscarlo en el Ovis
Aries Ligeriensis, tipo ovino primitivo originado en Europa Central, que se
extendió hacia la Cuenca del Loira, los Alpes franceses y suizos, etc.
Descendieron atravesando los Pirineos, acompañando a las penetraciones
pirenaicas de indoeuropeos del siglo I a.e.c. y se distribuyeron por la Cuenca
del Ebro, surgiendo diversos ecotipos. Sus cualidades más destacables son la
elevada rusticidad, el instinto gregario, el buen instinto maternal, la
capacidad lechera suficiente, la capacidad de pastoreo y la adaptación al medio
difícil en que se explota.
Esta oveja se adapta a un clima continental
con pluviometría escasa, próxima a los 400 mm, y mal distribuida, con heladas
desde octubre a abril, tierras de muy variada orografía (valles, mesetas,
somontanos, sierras y montañas), en cuyos secanos predomina el cereal y a cuyos
regadíos sólo acude la oveja en otoño-invierno. Pastos xerofíticos, de tipo
mediterráneo, monte bajo de carrascas, llanuras y mesetas con tomillo, romero,
esparto y aliagas, terminan de componer el medio duro y difícil en donde se
explota la raza rasa. Este es el ambiente propio de Mendavia, con su secano
árido y el regadío fértil del valle del Ebro.
La oveja rasa proporciona actualmente un
vellón de lana entrefina, de color blanco y mechas cuadradas, de
aproximadamente 1,8 a 3 kg por oveja. Se entiende por el vellón la lana sin
incluir la de las patas, barriga y cabeza.
Los pastores hilaban lana y en
ocasiones, el dueño del rebaño reclamaba la lana de algún cordero que había
encontrado esquilado, a lo que el pastor respondía que lo había esquilado para
su uso. Las mujeres hilaban lana y confeccionaban prendas con ella.
Las pieles o colambres de los animales
se vendía a colambreros que venían de
Estella. En 1795 se vendieron los pellejos a Ypolito Erce, vecino de Estella. Algunas
de estas ventas se presentan en la tabla que sigue. Se hacía distinción entre
los tipos de pellejos de acuerdo a su tamaño y calidad. Por lo general era más
caro el pellejo de carnero que el de oveja.
Animal
|
Número de pellejos
|
Reales por cada pellejo
|
Reales totales obtenidos
|
Ovejas
|
354
|
1,5
|
471
|
Carneros
|
81
|
3
|
243
|
Carneros
|
20
|
2
|
40
|
Carneros
|
34
|
1
|
34
|
Reproducción del ganado
Para la reproducción de vacas, el
Ayuntamiento compraba toros para "padres de las vacas" en las
ganaderías del entorno. En la tabla que sigue se presentan los gastos en reales
de plata por la adquisición y traslado de los animales.
Año
|
Lugar
|
Número
|
Costo de animales
|
Gastos de traslado
|
Costo total por unidad
|
1710
|
Alfaro
|
2
|
528
|
24
|
276
|
1770
|
Calahorra
|
1
|
330
|
105
|
435
|
1773
|
Villafranca
|
2
|
660
|
62
|
361
|
1785
|
Arguedas
|
2
|
(827)
|
413,5
|
|
1788
|
Ausejo
|
2
|
(733)
|
366,5
|
|
1804
|
Irache
|
1
|
587
|
127
|
714
|
Se compran otros toros en Tudela (1792 y
1796) y Autol (1799). La información de una de estas operaciones de compra
ofrece cierta precisión de gastos para sacar conclusiones sobre las diversas
monedas utilizadas y la distribución de gastos:
435 reales gastados en la compra de un
toro para padre de las vacas, a D. Miguel Miranda y Miranda, de Calahorra, en
esta forma: 60 ducados de vellón por el toro y 48 reales de vellón por los
derechos de aduana, 32 reales de vellón por la conducción del toro a ésta
villa, 28 reales comunes, moneda de éste Reino a D. Valentín Ordóñez por tres
días que se ocupó en agenciar dicho toro y 18 reales a Francisco Martínez por
cuidar nueve días la vaquería concejil, los mismos que Felipe González, pastor
de la Vaquería, se ocupó en acompañar a buscar el toro y asistir a su
conducción desde Alfaro a ésta villa. (Propios 1770).
Analizando estos datos, reduciendo todas
las monedas a “reales de este Reino”, se establece que: 1 ducado equivale a 11
reales; 1 real de vellón es ½ real de plata (“de este Reino”). Así, los gastos
quedan en: 330 reales (toro) + 24 reales (aduana) + 16 reales (conducción) + 28
reales (negociador) + 36 reales (2 pastores) = 434 reales. Queda un real de
diferencia. ¿Sería para el depositario? Se observa el pago de Aduana desde
Calahorra, que no se hace desde otros pueblos como Villafranca o Alfaro. Y el
uso del real de vellón para comerciar con Castilla, mientras que el pago a los
navarros se hace en reales de plata. Aunque el precio por animal está cercano a
los 400 reales durante las dos décadas, 1870-1889, es significativa la
diferencia con el costo en 1710 y 1804. Se aprecia la evolución en este
gráfico:
Para cubrir las yeguas y burras se preparaban
paradas particulares a las que acudían los dueños, que debían pagar por el
servicio en trigo y cebada. Por informaciones de audiencias (1733-1792) se sabe
que el costo de cubrir una yegua es de dos reales de a ocho (= 16 reales); tres
robos de cereal (unos 15 reales); o 22 reales. Por cubrir una pollina se cobra
un robo de trigo. Hay variaciones depende de la calidad del padre y de si sale
preñada o no.
Aprovechamiento de los animales
En el aprovechamiento de los rebaños, la
carne, la lana, la leche, el queso y las pieles era lo más importante, aunque también
se vendían las entrañas de los corderos y los menudos. La leche se usa para consumo propio, se vende a los
vecinos, y se destina a la elaboración de quesos y requesones. La leche de las
cabras tenían un mayor poder alimenticio y se reservaba a menudo para uso de
los enfermos. La fábrica de quesos era común en casa de los ganaderos; desde
tiempos antiguos en las beredas o trabajos que los vecinos hacían en beneficio
del pueblo se daba casi como único pago pan, vino y queso. Las familias
propietarias de rebaños encargan a otras familias que les elaboren requesones
cada día. Las señoras Dorotea García y Ana Morcate, propietarias, encargan
hacerlos a los matrimonios Martín Martínez y Juana María Martínez, y Bonifacio Martínez
y María Vidaurreta (Audiencias 1745).
Los cerdos habitualmente se criaban en
las casas ya que si salían causaban numerosos perjuicios en los huertos,
únicamente en la Casa Granja de Imas, perteneciente al monasterio de Irache,
tenían un lechonero, pastor que llevaba la piara de cerdos a su cuidado.
La caza de los sotos formaba parte de
las arrendaciones que el Ayuntamiento sacaba cada año a remate de candela, y su
importancia hacía que en los años de abundancia hubiera varios porcionistas del
arriendo. Se cuidaba mucho que ningún vecino que no fuera porcionista cazase, y
eran perseguidos y castigados a los que se sorprendía cazando con lazos o "codando"
(cazando en los cados o madrigueras) en los sotos y en los montes.
En las casas había, y hasta hace unas
décadas en casi todas, gallinas que surtían de huevos y carne en ocasiones
especiales a toda la familia, así como conejos, que junto con los cerdos se
alimentaban de los sobrantes de fruta, patatas, alubias, etc. Desde el obispado
y monasterio de Irache quisieron poner un diezmo sobre cerdos y pollos: 6 reales pagados a Miguel Galindo,
Procurador de la audiencia Episcopal de éste Obispado, por serlo de la villa,
porque el Obispo y el Abad de Irache intentan poner a sus vecinos y concejo un
pleito sobre los diezmos de pollos y ganado de cerda. (Propios 1703).
Aun así, en Mendavia el consumo de carne
de cordero o carnero era muy importante así como el de pescado, generalmente
abadejo seco que previamente remojado se vendía en la tienda de pescamercería.
Las pieles de los animales servían de
testigo de que no habían sido vendidas por el pastor cuando alguna oveja moría
o tenían que matarla por algún motivo. Las presentaban cuando volvían de los
pastos o de la montaña y se recontaba el rebaño. En ocasiones el dueño del
rebaño no estaba conforme. Juan Josef Osinaga citó a Cosme Polo, su criado y
vecino de Calahorra y le pide 9 pesos (72 reales) por tres reses (ovejas) que
supone mató de su mano vendiendo la carne y solo le ha entregado los pellejos (Audiencias
1798). El precio del pellejo de un toro se mantiene durante el siglo XVIII
entre 34 y 36 reales (1720, 1784). De ciertas informaciones en audiencias
pueden deducirse algunos precios más para productos de vacas y toros.
Carne
|
Pellejo
|
Pago adicional, por ser muerto de toro
|
|
Toro - 1720
|
90
|
34
|
|
Vaca - 1759
|
66
|
||
Toro - 1784
|
156
|
36
|
|
Novillo - 1800
|
230
|
36
|
64
|
El consumo de carne de vaca no era
habitual, pero no se desperdiciaba ni tan siquiera cuando algún animal era
viejo, moría de accidente o atacado por lobos.
Fiemos
Los fiemos (“ciemos”) producidos por los
animales eran primordiales para abono de
los campos. Durante muchos años, se sacó a remate de candela el aprovechamiento
de los fiemos de los corrales del concejo y del que dejaban las caballerías en
los caminos. En ocasiones, los rebaños se llevaban a diferentes piezas para que
durante su estancia dejaran el fiemo que habían de fertilizar las tierras.
Joseph Navarro de Azedo fue arrendador de los fiemos de los corrales de los
Sotos en 1726.
En las afueras del pueblo se reservan
algunos lugares para que los particulares dejasen el fiemo de sus corrales
hasta tanto llegara la época de la preparación de la tierra para la siembra. Es
lo que llamaban “cemorales”. El ayuntameinto intervino con frecuencia para
delimitar su uso y sancionar los excesos o las faltas contra lo convenido.
Botigas
Además de las tiendas arrendadas por el
ayuntamiento, había vecinos que tenían sus establecimientos particulares para
la venta ultramarinos y géneros diversos, entre ellos: ropa, paño para capa,
estopa, lino, chocolate, azafrán, canela, arroz, bizcochos, velas… A estas
tiendas se les llamaba botigas. De las botigas de Estella, Viana, Logroño y Los
Arcos se traían mercancías que no había en el pueblo. Varias de estas botigas
denuncian a vecinos del pueblo por no haber pagado lo que deben. Algunos de los
denunciados son los mismos arrendadores de las tiendas de fruta seca.
Tejería y beredas
Existieron varias tejerías en Mendavia.
La tejería del ayuntamiento proveía de tejas y ladrillos a todo el pueblo. Desde
1699 existía la Era de la Tejería, que se arrienda en esa fecha, y que con toda
probabilidad hace referencia a una tejería cercana. En 1707 se inundó todo el
Arrabal y las aguas destruyeron el horno de la tejería situada en esta zona. Se
rehizo al tiempo, pues de nuevo hay constancia de una tejería derruida en 1744.
Ese año se ocuparon 150 peones durante 25 días en arreglarla, hacer tapia y
componer los hornos, que habían dejado de fabricar teja y ladrillo. Al año
siguiente hubieron de componer de nuevo el horno porque se dañó en la primera
hornada después de nuevo. Una vez arreglado se pudo utilizar con provecho en la
producción de ladrillos y tejas para reconstrucción del hospital, en el arreglo
de puentes, en la reparación de la herrería, de la escuela, y de los distintos
templos del pueblo. En 1746 se conducen desde la tejería 6.400 ladrillos y
1.700 tejas para el nuevo hospital. En 1750 se reconstruye la casa de la herrería
de la villa. Para reconstruirla se utilizan 1.800 ladrillos. En alguna ocasión
los ladrillos y tejas se quemaron por exceso de exposición al fuego.